miércoles, 22 de julio de 2015

KILÓMETRO CERO.



            El 1935 se amplió la lista de monumentos que engrosarían las plazas y calles de la ciudad de Buenos Aires. Bajo la atenta mirada del por entonces presidente de la Nación, Agustín P. Justo, del ministro de Obras Públicas y del Presidente de la Dirección Nacional de Vialidad, se inauguró el hito del kilómetro cero de la red de carreteras argentinas. Un nuevo lugar para ser visitado por turistas extranjeros y nacionales, cuando éstos se dejen caer por la capital, debió pensar alguno. Al estilo del de la Puerta del Sol de Madrid, o de la plaza de Notre Dame en París.

            Pero como en todo, los argentinos también son especiales en lo del kilómetro cero, pues a pesar de que en 1934 se inauguró el monumento de marras en la plaza Lorea ─sobre la intersección que nace donde enlazan la avenida Rivadavia  y la avenida de Mayo─, junto a la estatua del tallador Isidro Lorea, unos años después ─tras el decreto de Mayo de 1944─, el hito del que parten todas las carreteras del país cambió su lugar de ubicación, pasando a estar situado en mitad de la plaza del Congreso ─llamada realmente Plaza Mariano Moreno, en honor a uno de los principales ideólogos de la revolución de Mayo de 1810─, justo donde confluye la plaza con la calle Virrey Cevallos, y muy cerca de la réplica de El Pensador de Rodín. Parece ser que de la noche a la mañana el punto de nacimiento de las carreteras cambió, al mismo tiempo que mudó el gusto de los gobernantes por el diseño de la ciudad. Eso, o que decidieron rebautizarlo como kilómetro cero y cuatrocientos metros ─por ejemplo─. Aunque supongo, que lo lógico es pensar que el kilómetro cero sigue en su sitio, olvidado, mientras que el monolito que lo representa, y junto al que fotografían los turistas y demás, está colocado donde la divinidad de turno le dio a entender al político que se ocupó del asunto. O lo que dicho en refrán castellano, unos cargan la lana y otros llevan la fama.


           Fuera como fuese, el caso es que el monolito no está donde debería, y posiblemente tampoco como debería, pues a pesar de ser inaugurando con toda la pompa y los honores del estado, hoy en día se encuentra más bien abandonado. Además la del Congreso, es una de las plazas con más monumentos por metro cuadrado del país, lo que hace que mucha gente pase por encima del hito sin saber que se encobraba allí. Los que no suelen pasarlo por encima son los vándalos, que se dedican a pintarlo con espráis y a cubrirlo con pasquines de los temas más variados.

Era muy normal que las caras pétreas del monumento, que sobre uno de sus laterales representa a la virgen de Luján ─patrona del país, y por ende de la red de carreteras─ y en el otro un mapa en relieve de Argentina, amanecieran cubiertas de diferentes colores, pinturas que ocultaban las imágenes originales, y daban un aspecto bastante sucio del monumento y de la zona. Por eso, tras su última restauración ─algunos vecinos de la zona me aseguran que fue en 1993, otros que en 2003─, el ejecutivo bonaerense decidió proteger el hito con una valla, al menos para evitar las intervenciones más fuertes contra el monumento. Como ven en ciudades como Buenos Aires, hasta la más minúscula piedra tiene una historia que contar.
Aspecto del Kilómetro cero argentino, intervenido y dañado antes de ser vallado tras la última restauración.





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