Pasar
por delante de la vieja fábrica de Bizcochos Canale en Barracas, es como rememorar
aquel viejo Buenos Aires, cuando la ciudad no solo era la urbe de referencia
dentro de América, sino que era la envidia de Europa. Aquella fantástica y
lejana ciudad capaz de igualarse al París y Londres de entreguerras. Cuando el
hoy casi olvidado barrio de Barracas, no solo era el zenit del tango más arrabalero
y más auténtico, donde la garufa y la bronca se mezclaban entre los sonidos del
bandoneón y el sabor de la ginebra a granel, bajo la luz de un farolillo tibio
en una esquina de la parte baja del barrio, donde los malandros o los malevos
de traje oscuro con raya blanca fina, casi invisible, funyi de fieltro y mostacho
criollo se movían fantasmagóricamente, amenazantes, por el entorno de los viejos
y oxidados railes de la estación y el Riachuelo.
En esos años Barracas era un barrio
de floreciente crecimiento industrial, además de los Bizcochos Canale, los
chocolates Águila triunfaban un poco más abajo, cerca del final de la calle
Vietyes. Los bellos edificios señalaban donde se encontraban las más pujantes
empresas patrias. Hoy eso todo es historia, la vieja fábrica de chocolates se mantiene
en pie, si, bella y majestuosa en su esquina, pero de su interior no queda
nada, hay un supermercado. El caso de los Bizcochos Canale no fue diferente, después
de estar mucho tiempo abandonada, fue el gobierno de la ciudad el que se hizo
con el local, y colocó oficinas gubernamentales en su interior. Al menos la
fachada se respetó, y eso en los años que corren, de nuevas formas, eclecticismo
y mínima decoración, es todo un logro.
Lo que ocurrió con los productos que
ofrecían ya es otro cantar, los chocolates Águila se siguen fabricando-son los
mejores para hacerse un buen submarino. Un vaso de leche caliente con un
pedacito de chocolate negro en su interior-, pues Arcor, la única fábrica local
de dulces que sigue existiendo la compró. Pero los bizcochos y las galletitas
que se realizaban en el interior de la vieja fábrica Canale-situada en el triángulo
mágico que nace de la unión de tres clásicos barrios porteños; Barracas, San
Telmo y La Boca-, desaparecieron para siempre hace unos años, cuando la empresa
fue comprada por la multinacional americana Nabisco en 1999.
Lejos queda ya aquel día de 1875, cuando José
Canale decidió abrir una pequeña panadería entre la calle Defensa y Cochabamba,
local que muy pronto se convertiría en la panadería más conocida y transitada
del barrio. Esto haría que el negocio se quedara pequeño en seguida, teniendo
que trasladarse al nuevo emplazamiento donde se levantará el actual edificio,
en Martín García. En los años treinta del siglo pasado, comenzaría a fabricar
además del pan los famosos bizcochos, y en los años cincuenta haría lo mismo con
una amplia gama de mermeladas. El caos llegaría en 1985, cuando un incendio devoró
la mayor parte de la fábrica, y desde entonces ésta no levantó cabeza. El incendio
hizo aumentar enormemente la deuda de los dueños-descendientes del fundador-, que
para salvaguardar el producto decidieron vender la fábrica a la argentina Macri,
era 1994. Esta empresa la mantendría hasta 1999, cuando pasó a la multinacional
Nabisco, cerrándose la fábrica, y con el tiempo desapareciendo los Bizcochos
Canale de las mesas de los argentinos
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