Hoy se llevaba a cabo la primera vuelta de las
elecciones para la jefatura de gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Durante
el día parecía que no iba a ser necesaria una segunda vuelta ─o ballottage como
se denomina aquí─, pues se pensaba que el candidato por el partido del actual
jefe del gobierno ─el Pro─, iba a vencer con el cincuenta por ciento de los
votos más uno. Pero parece ser que eso no va a ser así, pues escucho la radio
local mientras escribo esta página, y según narran los locutores de Radio Continental, tendrá que
enfrentarse en una segunda vuelta con el representante del segundo partido más
votado; el Eco. Lo cual no significa que en este ballotage vaya a vencer el que
más votos tiene, pues ahora empieza el juego de los demás partidos que no van a
la segunda vuelta, y que pedirán dependiendo de su ideología ─o lo que tengan
los políticos en su lugar─, el voto para uno u otro, o para ninguno como acaba
de afirmar la candidata del Partido de los Trabajadores.
A primera
hora de la tarde me pasé por varios colegios electorales del centro de la
ciudad, todos en torno a Plaza de Mayo. Dicen que la curiosidad mató al gato,
pero bien llevada, la curiosidad no mata, sino que enriquece bastante. Por ello
me lancé al interior de los colegios, a observar y a aprender. En estas
elecciones además se estrena un nuevo sistema de votación en el país, un
sistema que se usará en las elecciones presidenciales de finales del año. Lo
denominan boleta única electrónica, y aunque a simple vista parece un sistema
simple y sofisticado para los que usamos la tecnología a diario, puede
convertirse en el laberinto de Creta para personas de avanzada edad, o poco
dadas al uso de las nuevas tecnologías.
En todos
los colegios electorales, justo después del lugar donde están colocadas las
listas para consultar en que mesa debes depositar tu voto, un par de chicos y
chicas jóvenes, voluntariosos y pacientes, explican a todos los votantes cómo
funciona el asunto ─cierto es que desde hace un par de semanas lo llevan
haciendo en diferentes puntos de la ciudad, recorriendo cada barrio─. La verdad
es que es un sistema muy beneficioso para el recuento posterior, pero sin duda
es muy útil también para sacar de quicio a muchos votantes, lo que por otro lado
aumenta las colas para introducir la boleta en la urna, o en las cajas de
cartón como es lo normal en Argentina.
Hay que agarrar la papeleta única tras presentar el
deneí, entrar en un aula y enfrentarse a la maquinita de marras, colocar el
papel en una forma y distancia concreta ─si no se coloca en el punto justo la
maquina no responde─, evitando que se trague el papel. Después elegir entre las
dos opciones que ofrece la pantalla táctil; votar por lista o votar por categorías.
Aparecerán en pantalla los partidos o políticos elegidos, los usuarios podrán
votar en bloque, o elegir las combinaciones que se quieran para votar al
representante al jefe de gobierno, a los legisladores locales y a los
comuneros. Tras ello, se imprimirá el voto en la boleta que cuenta con un chip
y un troquel con un código que guardará el voto elegido. Después, se introduce el
voto doblado en la clásica urna de cartón, ante el presidente de mesa. El
cacharro tiene una opción para votar en blanco, pero nadie ha sabido aclararme
si se puede votar nulo.
Lo cierto es que puede ser la mejor forma de votar
en el futuro, seguro que en el futuro también se limarán los errores iniciales
y se conseguirá explicar mejor el sistema. Pero desde luego hoy es un sistema
que queda lejos de facilitar el voto al ciudadano, sobre todo al de mayor edad.
Y eso, la facilidad en acercar el voto al ciudadano, debería ser el sentido
básico a tener en cuenta cuando se intentan introducir cambios en los sistemas
y formas de votar.
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