lunes, 27 de julio de 2015

JAZZ EN EL VIEJO ESTANQUE DEL LEZAMA


            Es cierto que el barrio de San Telmo se llena de vida los domingos, en realidad se llena demasiado de vida para mi gusto. Hay domingos en los que es imposible caminar por su artería principal; la calle Defensa. Pero también es imposible comer o tomarse un café tranquilamente, muchos de los cafés que no están en el recorrido turístico del mercado de cosas viejas y rotas-cada vez menos, y cada vez más de suvenires-, cierran para descansar, y los que sí están en su camino, se encuentran tan llenos de turistas que no puedes ni asomarte. El café Dorrego es intransitable, y el Británico al final de la calle, apenas da un segundo de respiro.

            Pero no todo es malo. Saliendo de la marabunta de turistas, dejándote llevar por la calle Defensa hacía la parte baja, la cosa va cambiando. Apenas quedan tenderetes, y los que aparecen venden artesanía indígena, y libros de segunda mano a un precio razonable-nada que ver con los que se ofrecen en mitad de la feria-. Pero aún más abajo se llega a la calma, que coincide con la entrada del parque Lezama, donde entre árboles y estatuas los niños corren detrás de una pelota, y las parejas o los amigos, se sientan a merendar y a tomar mate en el césped que nace entre las sendas.

            Es realmente relajante sentarse a la sombra de alguno de los plátanos u ombúes a descansar, mientras observas el devenir de los vecinos, o echas una ojeada al libro que llevas en el bolsillo. El ambiente va mejorando cuando el sol comienza a bajar, y desde la lejanía comienza a llegar una melodía de saxofón, acompañada de un contrabajo. De pronto la orquesta comienza a tocar animadamente, y las personas que remoloneábamos por el parque, nos dirigimos hacía el foso que se levanta en el lateral de la calle Brasil. Allí en una especie de gradería, que hace muchos años, cuando el parque Lezama era un lugar sofisticado y verdaderamente cuidado, existía un estanque de estilo francés, donde se podía navegar en góndolas, mientras una orquesta desde el quiosco animaba a los paseantes y marineros de ciudad.

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