Galpón de Retiro.
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Supongo que hay muchos más repartidos
por toda la ciudad, pues suelen encontrarse cerca de las estaciones de
ferrocarril, y en Buenos Aires abundan, pero por su tamaño resaltan los que se
levantan junto a las dos estaciones principales de la capital porteña; Retiro y
Constitución.
He paseado por su interior en varias ocasiones, el
de Retiro mucho más organizado, con dos largos pasillos paralelos, separados
por dos filas de tiendas; pequeñas, tal vez por el verdadero tamaño, tal vez
porque el abigarramiento de sus múltiples mercancías amontonadas, los hacen más
pequeños de lo que en realidad son. El que se levanta un poco más allá de la
fachada principal de la estación de Constitución, en la misma vereda, pero
separado por una calle estrecha, es mucho más caótico; un gran hall del que
nacen muchos pasillos, que después se van ramificando en otro más pequeños o en
rotondas entre pasillos, con una tienda de pantalones vaqueros o una panadería
en el centro. Entre la locura de sus tiendas, se mueven de igual manera
carteristas, consumidores, vendedores ambulantes, usuarios que buscan la mejor
oferta, policías de paisano, turistas despistados, que más pronto que tarde van
a necesitar de la ayuda de los policías ─estos si─, que visten con chaleco
naranja sobre el uniforme oficial.
Lo cierto es que estos lugares son un punto mágico
para los que buscan vestirse barato. Son una especie de mercadillos de barrio,
al más puro estilo español, pero cubiertos. Aunque si hay una salvedad que los
diferencia, aquí todo lo que se vende es falsificado, es decir, son réplicas de
marcas de ropa ─sobre todo─, pero también de teléfonos celulares, de
computadoras y de películas y discos musicales. Pero si hay un producto que
abunda por encima de los otros, ese es la ropa deportiva, las remeras ─camisetas─
de equipos de fútbol nacionales e internacionales, que se venden a un diez por
ciento del precio que se pide en las tiendas oficiales de la marca que las
fabrica.
Galpón de Constitución.
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Por ello mismo, por su afición a vender productos
falsificados, estos lugares han traído bastantes problemas a los dueños de las
tiendas que se levantan en su interior. En el año 2011, el galpón de Retiro fue
precintado y clausurado hasta nuevo aviso por la autoridad pertinente, pues se
descubrió ─todos parecíamos saberlo menos ellos─, que vendían falsificaciones.
Se les acusó de una fragrante violación de marcas. Cuando el lugar estaba
precintado, de buenas a primeras comenzó a arder, fue de madrugada y cuando los
bomberos acabaron de apagar el fuego, la enorme sala se había reducido a
escombros, arrasando toda la mercadería que había quedado dentro tras la
clausura. Pronto, el dedo de la culpabilidad apuntó a varios comerciantes que
estaban en contra del lugar. Contrarios a la idea de que éste volviera a
abrirse al público, decidieron tomarse la justicia de su mano. Hoy en día, se
encuentra de nuevo abierto, y a cualquier hora que se visite se encuentra
abarrotado, sobre todo en verano, cuando el lugar sin refrigeración y bajo un
techo de chapa, se convierte en un verdadero horno urbano.
En el
caso del que se abre en Constitución, bautizado como Feria de la Saladita, también sufrió un incendio similar en 2012,
un fuego que fue intencionado y del que no se encontraron culpables, aunque
los vendedores del interior ─que tienen
licencia y pagan sus impuestos─ saben a quién culpar de ello. En este caso no
quedó destruido por completo, pero si seriamente dañado, lo que hizo que toda
la estructura tuviera que ser apuntalada para que no hubiera males mayores,
para seguidamente comenzar a restaurarlo. Hoy en día también funcione a pleno
rendimiento.
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