Hace días que me vengo fijando en
ellos, aunque posiblemente lleven ahí desde hace bastante tiempo. El primer
lugar donde vi los conjuntos de mesas y sillas metálicas ancladas al suelo de
la calle porteña, fue en el cruce de la calle Florida y avenida Sáez Peña o
Diagonal Norte, bajo la sombra del monumento escultórico dedicado al propio
presidente Roque Sáez Peña.
Pero avanzando por la avenida en
dirección al Obelisco aparecen más, grupos más pequeños con una única mesa y
tres sillas, colocadas en un pequeño apartado dentro de la calzada por la que a
diario pasan miles de automóviles, furgonetas y colectivos. Lo único que los
señala son dos maceteros de hormigón, un aviso bastante superfluo para los
automóviles que circulan a altas velocidades por la zona, más pendientes de no
chocar unos con otros, o llegar los primeros al semáforo, que en vislumbrar la
situación de los puntos de relax ciudadano junto a la calzada.
A pesar
de la tibia seguridad que muestra el lugar es bastante frecuentado a la hora
del almuerzo. Es muy normal en el micro centro bonaerense que los trabajadores
de bancos u oficinas, compren algo ligero para comer rápidamente mientras toman
un café o una gaseosa. Los días soleados, o al menos las jornadas en que no
llueve en la capital, algunos de estos trabajadores se sientan en estos puntos
a comer su frugal alimento antes de volver al trabajo. Algunos prefieren
lugares más seguros, un poco más apartados de los coches y donde se pueda
respirar con más tranquilidad, como los jardines del cercano Teatro Colón. Otros prefieren invertir el tiempo designado
para el almuerzo en caminar un poco, acercándose hasta plaza de Mayo para comer
bajo el higuerón nativo, mientras observan a los turistas o a los manifestantes.
El lugar es agradable, y además pueden disfrutar de la comida de una forma más
calmada, alejados del peligro obvio que se presenta en los improvisados
comedores junto a los carriles atestados de coches, que supongo, se le
ocurriría colocar allí a algún político que no los usará en la vida, porque
prefiere los restaurantes de tres tenedores o los hoteles de cinco estrellas.
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