jueves, 9 de julio de 2015

AHÍ ESTÁ COLÓN


            El próximo domingo se inaugurará en la plaza Colón ─ese parque público robado a los ciudadanos por encontrarse demasiada cerca de la casa de gobierno─ la estatua de Juana Azurduy, regalada por el gobierno Boliviano. Sustituirá en su emplazamiento al viejo grupo escultórico dedicado a Cristóbal Colón ─que da nombre a la plaza y a la enorme avenida que nace de ella─, regalado por la comunidad italiana de la ciudad para celebrar el centenario de la Revolución de Mayo. 

            Se aproxima la celebración, pero el proceso de encontrarle nueva casa a la imagen desterrada va bastante lento ─se supone que debería ir a la Costanera Norte, aunque quien sabe─, y se está realizando de una forma poco ortodoxa. Las piezas que formaban el grupo escultórico rematado por el marino, siguen diseminadas por el suelo, dejándose llevar por el hastío y el odio gubernamental desde hace ya dos años.

            Hace un par de días la enorme grúa que lleva semanas en el lugar levantó la imagen de Colón que estaba recostada sobre una plancha de madera aglomerada, chupando las humedades del suelo. Al menos ya está de pie, al menos el pasto ya no ganará terreno sobre la imagen trabajada en mármol de Carrara, labrada con la genialidad de un escultor del siglo pasado. 

            Al mismo tiempo que se mostraba de nuevo la pieza, un arquitecto experto en restauración artística, Marcelo Magadán, alertaba en la prensa que los daños sufridos por la escultura podrían ser irreversibles, después de tanto tiempo dejada a su libre albedrío y a la intemperie. Tras volver a la verticalidad las fotos del tipo en cuestión, y de varios miembros de una plataforma ciudadana local en contra de la destrucción del Patrimonio, mostraban un pie, y la parte baja del faldón que engalana al marino revestidos de periódicos, pegados con algún tipo de resina química. Hoy esos restos de prensa habían desaparecido cuando yo me acerqué al lugar, pero la blancura del mármol de Carrara ha tomado un color ambarino. Parece una piedra enferma, como los dedos de esos fumadores compulsivos que fuman y fuman, mientras la nicotina vuelve amarillentos los dedos con los que sujetan el cigarro.

           La otra queja del grupo pro patrimonio y del experto, venía a recaer sobre la espalda de la escultura, la cual pasó apoyada sobre varios tacos de madera al menos dos largos años. Esos tacos- carentes de una capa protectora- se le han quedado impresos en la superficie pétrea, dando una sensación de pobreza y de suciedad, al menos artística. Eso no podía arreglarse tan fácilmente como los periódicos mal pegados de los pies y la falda, por lo que hoy decidió cubrir la imagen con una lona de plástico y unas cuerdas. Supongo que hay gente que piensa que por tapar el problema, por ocultarlo a los ojos de los críticos y de los amantes de arte, del patrimonio y del sentido común, éste desaparece. Cuanto más peligroso es un ignorante que un malvado.

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