Me gusta mucho como usan el idioma castellano o
español en América Latina, la corrección, la maleabilidad de las palabras, de
los adjetivos, de los adverbios. La cortesía y ampulosidad con la que cualquier
latinoamericano usa el lenguaje que nos lleva uniendo desde hace siglos, como
van adaptando las palabras a las necesidades, o como van entrando en contacto
con otras formas de entender y usar el idioma, mediante la conexión
intrafronteriza, contando por supuesto con las fronteras brasileñas y
estadounidenses. Tan correcto y cortés es el uso del lenguaje, que en muchas
ocasiones a los que venimos de un país en el que la lengua cada vez es más
maltratada, usándose menos y peor, incrementando hasta la saciedad anglicismos a pesar del rico
vocabulario propio, y donde cada vez se pierden más lo sinónimos para repetir
hasta la saciedad las mismas palabras, como si en vez de personas coherentes y
conscientes de la riqueza de nuestro habla, fuéramos loros amaestrados para
repetir una retahíla de palabras o frases. Paladear diariamente el uso preciso
de la lengua en Latinoamérica a algunos nos resulta extraño, incluso exquisito.
Lo pensaba esta tarde mientras ojeaba una traducción
argentina de la última novela de Umberto Eco, en la primera frase se habla de
una canilla por la que ese día no salía agua. Decía canilla, no ponía grifo,
llave, espita, sino canilla. Una palabra que parece de otra época y que es
impecable en la descripción del asunto, del material y de la forma física.
Seguía dándole vuelta al asunto y al uso del lenguaje, cuando me tope de lleno
con una boca de metro ─del subte─, en
la esquina de Florida con Corrientes. Hoy había huelga general de transportes
públicos, nada de trenes, metros, colectivos, omnibuses, ni de ciertos vuelos o
barcos. Los sindicatos del ramo protestaban en busca de una subida de los
sueldos y de unas pensiones justas, con las que los trabajadores puedan hacer
frente a la inflación salvaje que vive el país.
Eso era lo de hoy, una huelga general, al menos eso
sería para los españoles que con esas dos palabras ─no sé si por comodidad, por
costumbre o por falta de ganas a ir más allá─, describimos los movimientos
sociales o políticos que hacen que un grupo de trabajadores, o todos los grupos
del país, decidan ese día manifestarse por sus derechos en vez de ir a trabajar
─al laburo, supongo que debido a la
acepción que ha ido evolucionado del verbo italiano lavoro. De nuevo la adaptación de la lengua y la sociedad, pues la
inmigración italiana siempre fue enorme en el país─.
Nosotros en estos casos solemos decir. Mañana cerrado por
huelga general. Y así, con estas dos palabras abren los informativos, la
prensa. Así se hace saber también, mediante carteles colocados en la puerta de
los locales clausurados ese día. Pero aquí no, hubiera sido demasiado simple,
demasiado incorrecto para su modo de entender y proceder con su lengua, con
nuestra lengua. En el panel luminoso, colocado sobre las letras que en rojo
anuncian que ninguna línea del transporte público funcionaba hoy, se podía leer
en letras digitales y móviles: transporte fuera de servicio como medida de
fuerza gremial. Una frase tan explícita como bella.
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