miércoles, 10 de junio de 2015

POR FUERZA GREMIAL


           Me gusta mucho como usan el idioma castellano o español en América Latina, la corrección, la maleabilidad de las palabras, de los adjetivos, de los adverbios. La cortesía y ampulosidad con la que cualquier latinoamericano usa el lenguaje que nos lleva uniendo desde hace siglos, como van adaptando las palabras a las necesidades, o como van entrando en contacto con otras formas de entender y usar el idioma, mediante la conexión intrafronteriza, contando por supuesto con las fronteras brasileñas y estadounidenses. Tan correcto y cortés es el uso del lenguaje, que en muchas ocasiones a los que venimos de un país en el que la lengua cada vez es más maltratada, usándose menos y peor, incrementando hasta la  saciedad anglicismos a pesar del rico vocabulario propio, y donde cada vez se pierden más lo sinónimos para repetir hasta la saciedad las mismas palabras, como si en vez de personas coherentes y conscientes de la riqueza de nuestro habla, fuéramos loros amaestrados para repetir una retahíla de palabras o frases. Paladear diariamente el uso preciso de la lengua en Latinoamérica a algunos nos resulta extraño, incluso exquisito. 
            Lo pensaba esta tarde mientras ojeaba una traducción argentina de la última novela de Umberto Eco, en la primera frase se habla de una canilla por la que ese día no salía agua. Decía canilla, no ponía grifo, llave, espita, sino canilla. Una palabra que parece de otra época y que es impecable en la descripción del asunto, del material y de la forma física. Seguía dándole vuelta al asunto y al uso del lenguaje, cuando me tope de lleno con una boca de metro ─del subte─, en la esquina de Florida con Corrientes. Hoy había huelga general de transportes públicos, nada de trenes, metros, colectivos, omnibuses, ni de ciertos vuelos o barcos. Los sindicatos del ramo protestaban en busca de una subida de los sueldos y de unas pensiones justas, con las que los trabajadores puedan hacer frente a la inflación salvaje que vive el país. 

            Eso era lo de hoy, una huelga general, al menos eso sería para los españoles que con esas dos palabras ─no sé si por comodidad, por costumbre o por falta de ganas a ir más allá─, describimos los movimientos sociales o políticos que hacen que un grupo de trabajadores, o todos los grupos del país, decidan ese día manifestarse por sus derechos en vez de ir a trabajar ─al laburo, supongo que debido a la acepción que ha ido evolucionado del verbo italiano lavoro. De nuevo la adaptación de la lengua y la sociedad, pues la inmigración italiana siempre fue enorme en el país─. 

Nosotros en estos casos solemos decir. Mañana cerrado por huelga general. Y así, con estas dos palabras abren los informativos, la prensa. Así se hace saber también, mediante carteles colocados en la puerta de los locales clausurados ese día. Pero aquí no, hubiera sido demasiado simple, demasiado incorrecto para su modo de entender y proceder con su lengua, con nuestra lengua. En el panel luminoso, colocado sobre las letras que en rojo anuncian que ninguna línea del transporte público funcionaba hoy, se podía leer en letras digitales y móviles: transporte fuera de servicio como medida de fuerza gremial. Una frase tan explícita como bella.

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