Con el tiempo tuve otra sorpresa.
Dos personas, en el curso de un mismo día, me preguntaron si en este libro
quise aludir a los desaparecidos en la última dictadura. No estoy seguro de
haber tenido ese propósito, pero me parece una interpretación lógica en el
sentido de que los desaparecidos estaban dentro de nosotros mismos; quiero
decir que no era algo que nos contaban sino que debíamos sobrellevar. Una chica
que vivía a una cuadra de casa, en avenida Libertador, una noche volvió de La
Biela, entró a su departamento y la deshicieron. Digo “la deshicieron” porque
al día siguiente las paredes de su departamento estaban manchadas de sangre.
Amigas mías también desaparecieron. No creo que uno pueda soñar una pesadilla
tan terrible y no seguir escribiéndola al despertar.
Con
estas palabras entre otras, el escritor argentino Adolfo Bioy Casares introduce
al lector a su novela titulada La
aventura de un fotógrafo en La Plata. Bioy Casares a pesar de ser un
escritor de largo recorrido y reconocido en su país, de haber recibido grandes
premios internacionales como la Legión de Honor Francesa en 1981, o el Premio
Cervantes del año 1990 entre otros, podría decirse que en general ha pasado
desapercibido ante el lector general fuera de Latinoamérica. Tal vez sea por la
enorme sombra de Jorge Luis Borges, paisano, contemporáneo y sobre todo amigo
íntimo. La Biela los recuerda, rindiendo
permanente homenaje a los dos monstruos de las letras, colocando ambas
esculturas a tamaño real, de los dos amigos conversando y tomando café en una
de las mesas del café que solían ocupar en el local de Recoleta. Personalmente
Casares me parece más cercano al lector que el Borges de El Aleph, que en muchas ocasiones se columpia en las mieles del
misticismo, y de la liturgia. Mostrando una ética para inmortales sobrecargada para
mi gusto.
Bioy
Casares tiene un mundo interior e imaginario, que bebe del más puro realismo mágico
latinoamericano, ofreciendo una parodia grandilocuente del relato fantástico y
policial tradicional. Utiliza el amor y la tendencia erótica como hilo
conductor en la mayor parte de sus creaciones. No es casualidad que al hablar
de la obra del porteño, el premio Nobel Octavio Paz dijera: El amor es una percepción privilegiada, la
más total y lúcida, no sólo de la
irrealidad del mundo, sino de la nuestra.
Esta
interpretación del amor, del humor y el realismo mágico reflejado en la novela
policiaca clásica, de los reflejos de la historia patria más reciente, y de la forma
misteriosa de ver al vida mediante los ojos de Bioy Casares, se entremezclan
con una precisa descripción de los lugares principales de la ciudad de La Plata,
y de otros menos señoriales, como pensiones venidas a menos, parrillas y cafés
de pésima reputación. Todos ellos pasean por las páginas de la novela, como si
estuviesen impregnadas de la magia de las antiguas fotos realizadas por el
confiado, y confundido protagonista de la historia.
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