Desde el primer día me
llamaron la atención los quioscos de prensa de la ciudad de Buenos Aires, no
son exuberantes, ni grandes, de hecho a veces me pregunto cómo sus dueños son
capaces de meter en su interior todo los productos que ofrecen cuando llega la
hora de recoger e irse a casa.
Me gustaron por su estética simple, correcta y
atrayente. Todos con un color verde oscuro de base, más unos elementos
protectores de metal circular en dorado. El resto de la decoración parece ser, la
dejan al libre albedrío del dueño del quiosco, a sus gustos y a lo que significa
para él la ciudad o el país. Pues las diferentes apreciaciones en común que
observo en la mayoría de ellos es eso: las raíces, la cultura o las tradiciones
del país.
Desde luego todos muestran con gran amplitud de letras
los carteles realizados a mano, imitando los característicos fileteados, algo
que curiosamente también comparten con los colectivos que se mueven por las
calles del viejo Buenos Aires y del conurbano. Los rótulos de Diarios y Revistas, o simplemente de Prensa,
aparecen acompañados de unos elementos bastante rococós, como cornucopias
modernas y flores imposibles en colores vivos. Después se abre el abanico de la
libre elección, lo normal es ver dibujos a veces no muy logrados, otras veces
verdaderas obras de arte con toques cancheros, tangueros, futbolísticos. No es
raro ─de hecho se repite en bastantes quioscos del micro centro de la ciudad─,
ver a una pareja bailando tango junto a una representación del obelisco de 9 de
Julio, y no muy lejos la cara de Maradona. Otro estereotipo repetido hasta la
saciedad es el del gaucho a caballo lanzando un lazo a un ternero que corre por
un supuesto campo de La Pampa, mientras a su lado se retrata un asado bien
pasado, o un mate humeante.
Otros tiran sus raíces por otros lados, huyen de estos
clichés que intentan más satisfacer a los turistas que a los porteños, y
estampan en las paredes de chapa verde de su negocio a los protagonistas del
comic patrio. En este ámbito resalta por supuesto los chicos de Quino, teniendo
la mayor importancia la curiosa, locuaz e inteligente Mafalda. Pero también
podemos encontrarnos a Gaturro, un personaje del dibujante Nik, muy conocido y
querido en el país.
También hay espacio para las estrellas de la música
patria, éstos aparecen sobre todo en el centro del arte y del sonido porteño
que es la avenida Corrientes. En la parte baja de su nacimiento, junto al
templo pagano de Luna Park, los quioscos de prensa acogen en sus brazos a
boxeadores, bailarines o jugadores de baloncesto, pero sobre todo estrellas del
rock. Tal vez por haber desaparecido recientemente, uno que se repite en varios
es el rostro de Luis Alberto Spinetta “El Flaco”, pero también Gustavo Cerati o
Celeste Carballo. Según avanzo por la avenida y me interno en el barrio de
Balvanera, el rock como es lógico cambia por el tango. Ahora las caras
repetidas son las de Osvaldo Pugliese, Aníbal Troilo y él, sobre todo él. “El Morocho”
Carlos Gardel aparece pintado, dibujado, esbozado e incluso en fotos de todos
los tamaños. Algunos vendedores de prensa usan su puesto de trabajo para rendir
homenaje, casi culto, a uno de los mayores estandartes y exponente del país. En
ocasiones, y sin proponérselo crean un altar ─donde a veces aparecen flores y
velas en su memoria─, a la voz mundial del tango, a sus raíces.
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