La
Biblioteca Nacional de la República Argentina es uno de los puntos de cultura e
investigación más importante del país. Un lugar al que acudo a menudo para
llevar a cabo mi trabajo en tierras argentinas. La actual Biblioteca recibe el
nombre de Mariano Moreno, uno de los cabecillas intelectuales de la revolución
de Mayo de 1810, que sería el comienzo de la independencia del antiguo
virreinato español. Tras esa revolución, se creó una biblioteca en el cabildo
de la plaza de Mayo. Desde que en ese temprano año se inaugurara la primera
Biblioteca Nacional, esta ha dado muchas vueltas y ha sufrido innumerables cambios,
muchos de ellos relacionados con los múltiples golpes de Estado, y gobiernos de
facto sufridos en el país del Cono Sur.
Primero se trasladó desde el cabildo
a la calle México, creando un espacio donde se pudiera dar cabida a la
innumerable cantidad de volúmenes que iban completando estanterías, creando así
una sala de lectura pública para todos aquellos que quisieran visitarla o
utilizar sus fondos. Pero ya durante la segunda parte del siglo XX, la Biblioteca
Nacional volvió a quedarse pequeña, y en 1960 se decidió utilizar el espacio
que había dejado libre el antiguo palacio presidencial levantado entre la
avenida del Libertador y avenida las Heras. El lugar, estaba abandonado y
destruido después que los militares expulsaran del poder al general Perón.
Durante el bombardeo de la plaza de Mayo en 1955, el cual se cobró
cuatrocientas víctimas para obligar al presidente a dimitir y dejar paso a los
militares, también se bombardeó este lugar, pues era la casa del por entonces
presidente. Cuando un año después el militar Pedro Aramburu usurpó el poder a
la Junta Militar, alzándose en único jefe del gobierno decidió derribar el
palacio ya bombardeado. Su odio hacía Perón y todo lo que él significaba era
muy marcado, y no quería consentir que nada que recordara su gobierno o a su
persona permanecería en pie, evitando que sus seguidores lo tuvieran como un
símbolo del poder derrocado y prohibido mediante decreto por la nueva ley.
A
pesar que la ley para la construcción de la nueva Biblioteca Nacional estaba aprobada,
y el proyecto elegido tras un concurso
público desde 1960, la primera
piedra de la nueva Biblioteca Nacional de la República Argentina no se colocaría
hasta 1971. Las obras fueron suspendidas en 1980 tras la llegada de la
dictadura militar de ese año, autodenominada como Proceso de Reorganización
Nacional. Las obras continuaron en 1982, pero a finales de la década debieron detenerse de nuevo, pues no había
dinero para continuar con la construcción. Finalmente la nueva Biblioteca
Nacional fue inaugurada por el presidente Carlos Menem en 1992, después de que
en 1990 el gobierno argentino recibiera una fuerte inyección de dinero por
parte del gobierno español para poder finalizar la obra.
El proyecto
sufrió muchos caminos según iba avanzando en su construcción, eliminaron
elementos decorativos, y sustituyeron materiales de alto coste por otros más
baratos pero de peor calidad. Finalmente se decidió apartar a los arquitectos
que habían ganado el concurso público, siendo sustituidos por un arquitecto del
estado ─cobraba menos, y seguramente pondría menos pegas cuando el gobierno
decidiera cambiar el proyecto dependiendo del gasto─. Estos cambios, y
sustituciones de última hora han hecho que el edificio que mejor representa la
arquitectura brutalista de la ciudad de Buenos Aires, parezca que está a medio
terminar. Cuando se inauguró se trajeron los antiguos muebles de la vieja
biblioteca de la calle México ─que pasaría entonces a convertirse el Centro
Nacional de la Música─, las viejas mesas inclinadas con lámparas clásicas de
tulipas verde oscuro, y las sillas de madera tapizadas con cuero rojo, se
siguen usando en la sala de lectores del piso cinco, lo cual choca a la vista
en un primer momento en comparación con el resto del mobiliario, pero deja un
regusto a la historia del lugar y de su contenido.
La plaza delantera se usó de jardín o parque
abierto, bajo él se encuentran los contenedores de libros ─más de tres millones
de tomos─, y de revistas y periódicos ─medio millón─. Con el paso del tiempo
esa zona ha servido para cerrar cuentas, y crear homenajes. Allí hay una enorme
escultura de tres metros dedicada a Eva Perón ─que pasó la última parte de la
enfermedad y falleció en la desaparecida casa del jefe de la nación─, un poco
más arriba han colocado un busto de Juan Domingo Perón, en reconocimiento por
su ayuda al avance de la cultura, y como recuerdo al último gobernante que
vivió en el viejo palacio presidencial. También en las pequeñas plazas
ajardinadas más cercanas a la entrada se han homenajeado a escritores patrios.
Desde luego las que más llaman la atención son la de Jorge Luís Borges, que
además fue director de la Biblioteca Nacional desde 1955 a 1973, y la de Julio
Cortázar, inaugurada en agosto de 2014 como homenaje al centenario de su
nacimiento.