martes, 26 de mayo de 2015

PROTESTAS, PAROS Y HEDONISMO


            Es el día a día de la ciudad de Buenos Aires: las marchas y las protestas contra algo, contra alguien, o a favor de algo o de alguien. Podría decir que son casi diarias, e incluso que hay jornadas donde son varias, las que llenan las calles de la ciudad de gente buscando sus derechos o defendiendo sus intereses.

            Si alguien me preguntara que es lo más típico para hacer en Buenos Aires más allá de lo típicamente turístico, le contestaría sin pensarlo, que sería meterse sin comerlo ni beberlo en mitad de una manifestación o una protesta. Por suerte, la mayoría de ellas son pacíficas y solo buscan hacer ruido, hacerse notar, y conseguir hacer valer sus premisas.

            Además en Argentina es año de elecciones, de todas: ayuntamientos, gobernadores, intendentes, terminando con las presidenciales. Lo que hace que el país sea un polvorín, cada día se presenta una candidatura y cada día la inflación es más alta, el peso vale menos y los impuestos son más altos e injustos. Lo que hace que se planteen paros generales en diferentes sectores como el transporte, los bancos o los judiciales cada pocas semanas. No es raro pasar por las oficinas del gobierno, o de las sedes judiciales, y encontrar carteles pidiendo mejoras laborales y justicia para los trabajadores.

            Me dicen que aquí es lo normal, que la política está muy metida en la sociedad, que las protestas son tan normales como respirar, y que da igual gobierne quien gobierne. La culpa la tienen unos u otros, dependiendo el  pie con el que cojee el que te lo cuente, como siempre y como en cualquier país del globo, lo normal por otro lado. Pero sin duda, y eso me lo he planteado siempre, es que algo funciona mal, o no funciona directamente, cuando sea quien sea el que gobierne tiene las calles llenas de gente protestando por su forma de actuar, por su forma de gobernar o de subir los impuestos. Porque a lo mejor el problema no es que la culpa sea de unos o de otros, sino de todos. Tal vez escuchando, tomando nota y preguntado, simplemente eso, interesándose y escuchando a todos los ciudadanos y a los partidos que forman el gobierno a todos los niveles. Escuchar y respetar, algo tan sencillo y tan difícil en una sociedad donde el síndrome hedonista se apodera de los supuestos líderes con aires de grandeza, y estos a su vez gobierna ciudades, provincias y países como si éstos les pertenecieran a ellos, y no a las personas que lo habitan y lo mantienen con su esfuerzo e impuestos. Una forma incorrecta de ver el poder aquí y en la mayor parte de los lugares del mundo.  

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