Desde hace años tengo
la costumbre de pasarme por las ferias literarias o editoriales que se celebran
en mi ciudad, o en el lugar que me encuentre en ese momento. Hay de todo, desde
macro ferias de carácter internacional hasta pequeñas ferias de distrito o
barrio. En todas ellas encuentras siempre alguna curiosidad, alguna publicación,
alguna conferencia, o algún acto por la que merece la pena haberse desplazado
hasta el lugar donde se celebra el asunto.
Suelen gustarme las ferias de pequeñas dimensiones donde
todo es más cercano. Allí la temática suele ser especializada en un tema,
encuentras publicaciones olvidadas o descatalogadas, y te topas con editoriales
de pequeño tamaño que miman sus publicaciones, en muchos casos buscando ayudas
y financiación hasta debajo de las piedras, para seguir adelante al menos un
número más.
Hace unos días cuando me dirigía al campus de la
Universidad Nacional de la Plata, donde realizo mi estancia de posgrado, me
encontré con el cartel que anunciaba una de estas ferias independientes en las
propias instalaciones de la facultad de humanidades. Después de finalizar mi
tarea decidí pasarme por las salas que la facultad había cedido para la
celebración del acto. La entrada estaba llena de piquetes informativos de
partidos políticos.
Las facultades argentinas en general tienen un fuerte y
marcado carácter político. Es bastante normal encontrarse en el hall de entrada
de éstas las paredes empapeladas con peticiones estudiantiles, luchas y
propuestas para mejorar la vida educativa. Decenas de mesas pintadas de los
colores corporativos de todos los partidos políticos se diseminan en el piso
bajo de la misma, allí jóvenes seguidores y afiliados de estas tendencias
políticas ofrecen publicaciones y panfletos ideológicos. No es extraño que
pequeños grupos interrumpan las clases para discursear sobre su ideología, o
mostrar lo que opinan de una u otra ley. Intentando ganarse el apoyo o la simpatía
de los estudiantes que en ese momento se encuentran en el aula. En ocasiones
resultan cargantes, pues llegan a interrumpir en varias ocasiones alguna clase,
y se les debe permitir que den su mitin. Es una costumbre de la universidad
pública argentina, y como tal se debe respetar. Está bien que la juventud del
país se interese por la política y el buen funcionar de su país, aunque a veces
hacen flaco favor a que las clases avancen como deben. Tal vez sería más útil
para todos hacer estos actos en los quince minutos que discurren entre clase y
clase, y así tampoco obligar a los alumnos y al profesor a escuchar la perorata
de todos los partidos. Que se queden los que tengan interés en escuchar a unos
y otros. No enfriarían las clases, y sería algo más democrático, supongo. Pues
en ocasiones hay que escuchar perspectivas utópicas, u otras que rozan la
xenofobia.
El caso es que como digo me pasé por la feria que anunciaban
los carteles, tras cruzar la primera sala donde se encontraban las mesas de los
partidos, que me acopiaron de un buen número de publicaciones políticas,
conseguí llegar a la parte en donde se mostraban las publicaciones
independientes. Éstas como era de esperar, estaban llevadas a cabo por esas
pequeñas editoriales que sobreviven como buenamente pueden, o les dejan. El
lugar estaba bien montado, con pequeños estands donde se explicaba que
publicaciones realizaban, y como conseguían los fondos para llevarlas a cabo.
En este caso la temática tenía que ver con las diferentes alas de la facultad
de humanidades; historia, arte, literatura, filosofía o diferentes filologías.
Antes de irme pude asistir a una mesa redonda, en ella se trataba la
problemática de la extrema politización de la sociedad argentina, apartando a ésta
sociedad cada vez más de la cultura y de la educación.
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