lunes, 18 de mayo de 2015

INFLACIÓN


           Cuando hablo con gente que está en España, o con españoles que me encuentro por Buenos Aires, siempre me presentan las mismas cuestiones, las mismas dudas. Sobre todo me preguntan como veo el país, como está en comparación a Europa y a España, y que si no me siento extraño o apartado por la sociedad argentina.

            Las dudas y preguntas son siempre las mismas a pesar de que varía el arco de edad de los que preguntan. Yo siempre les contesto lo mismo: que me cuesta mucho dar una opinión acertada de la situación socio-política del país que me acoge, poco a poco voy intentando hacerme una idea lejos de la información sesgada de la prensa y la televisión, que más parecen periodistas de bufanda y barra brava política que profesionales de la información seria. Posiciones tan enconadas que dan ganas de no acercarte a un quiosco de prensa salvo para comprar sellos. Sobre todo observo, escucho y me muevo por los diferentes barrios y lugares: desde los lujosos centros comerciales de Palermo hasta los barcitos de Barracas, pasando por la turística zona de Puerto Madero y los cancheros barrios de Boedo, Almagro o Caballito. Poco a poco me voy haciendo una idea más acertada. Creo.

            En cuanto al estilo de vida sí que lo tengo más claro. No veo mucha diferencia, contesto sin pensarlo mucho. La situación política es similar, todo huele a corrupción y mafia como en España, nadie se cree nada de lo que sale del gobierno salvo los estómagos agradecidos, y nadie se fía de la oposición ─salvo sus radicales seguidores─, porque son tibios y mentecatos, e incapaces de ofrecer nada nuevo. La justicia no funciona y siempre ampara a los poderosos. De los bancos que les voy a contar, salvo porque aquí después del desastre de 2001, cada vez que la gente pasa por la sede central de algún banco se echa mano a la billetera por si acaso. Y eso, me lo han contagiado.

            En cuanto a la vida, sí que insisto que me resulta un tanto cara ─al menos en la Capital Federal─, los precios son similares a los de España, teniendo en cuanta que aquí el sueldo es menor y que el peso sube y baja a pasos agigantados a diario. Que hay precios extraños de entender, pues hay cosas muy baratas, pero otras casi intocables, sin saber muy bien cuáles son los parámetros. Por supuesto, añado, que lo que me descontrola la economía y la cartera es la inflación. Tal vez no sea tan marcada como hace unos años, tal vez no se iguale a otros países, pero si se nota al bajar al supermercado o al mercado de abastos. Nunca sabes con certeza lo que te va a costar un producto de un día a otro. Un litro de leche puede costar hoy diez pesos, y mañana dieciséis, o treinta. El resto de productos básicos también. Nadie te avisa de esos cambios, y tú que bajas con tus cuentas mentales para hacer la compra, te llevas un chasco y se te descontrola la cuenta. Supongo que querer mantener una economía boyante, y salvar la ropa para que no te afecte políticamente en los votos de las decenas de elecciones que se están celebrando en Argentina es complicado, pero el asunto para los consumidores es imposible.

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