Cuando hablo con gente que está en España, o con
españoles que me encuentro por Buenos Aires, siempre me presentan las mismas
cuestiones, las mismas dudas. Sobre todo me preguntan como veo el país, como
está en comparación a Europa y a España, y que si no me siento extraño o apartado
por la sociedad argentina.
Las dudas y preguntas son siempre las mismas a pesar
de que varía el arco de edad de los que preguntan. Yo siempre les contesto lo
mismo: que me cuesta mucho dar una opinión acertada de la situación
socio-política del país que me acoge, poco a poco voy intentando hacerme una
idea lejos de la información sesgada de la prensa y la televisión, que más
parecen periodistas de bufanda y barra brava política que profesionales de la
información seria. Posiciones tan enconadas que dan ganas de no acercarte a un
quiosco de prensa salvo para comprar sellos. Sobre todo observo, escucho y me
muevo por los diferentes barrios y lugares: desde los lujosos centros
comerciales de Palermo hasta los barcitos de Barracas, pasando por la turística
zona de Puerto Madero y los cancheros barrios de Boedo, Almagro o Caballito.
Poco a poco me voy haciendo una idea más acertada. Creo.
En cuanto al estilo de vida sí que lo tengo más
claro. No veo mucha diferencia, contesto sin pensarlo mucho. La situación
política es similar, todo huele a corrupción y mafia como en España, nadie se
cree nada de lo que sale del gobierno salvo los estómagos agradecidos, y nadie
se fía de la oposición ─salvo sus radicales seguidores─, porque son tibios y
mentecatos, e incapaces de ofrecer nada nuevo. La justicia no funciona y
siempre ampara a los poderosos. De los bancos que les voy a contar, salvo
porque aquí después del desastre de 2001, cada vez que la gente pasa por la
sede central de algún banco se echa mano a la billetera por si acaso. Y eso, me
lo han contagiado.
En cuanto a la vida, sí que insisto que me resulta
un tanto cara ─al menos en la Capital Federal─, los precios son similares a los
de España, teniendo en cuanta que aquí el sueldo es menor y que el peso sube y
baja a pasos agigantados a diario. Que hay precios extraños de entender, pues
hay cosas muy baratas, pero otras casi intocables, sin saber muy bien cuáles
son los parámetros. Por supuesto, añado, que lo que me descontrola la economía
y la cartera es la inflación. Tal vez no sea tan marcada como hace unos años,
tal vez no se iguale a otros países, pero si se nota al bajar al supermercado o
al mercado de abastos. Nunca sabes con certeza lo que te va a costar un
producto de un día a otro. Un litro de leche puede costar hoy diez pesos, y mañana
dieciséis, o treinta. El resto de productos básicos también. Nadie te avisa de esos
cambios, y tú que bajas con tus cuentas mentales para hacer la compra, te
llevas un chasco y se te descontrola la cuenta. Supongo que querer mantener una
economía boyante, y salvar la ropa para que no te afecte políticamente en los
votos de las decenas de elecciones que se están celebrando en Argentina es
complicado, pero el asunto para los consumidores es imposible.
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