En la provincia de Buenos Aires hay barrios
céntricos, menos céntricos, zonas del extrarradio, conurbano, villas,
asentamientos ilegales, y parece ser que ahora también legales. El de la imagen
pertenece a la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, y
forma parte de un grupo de diferentes agrupaciones de casas semiprefabricas que
se están montando desde hace unos meses a la altura de la parada de ferrocarril
de Tolosa, uno de los últimos barrios que se levantan en la capital platense en
dirección a Buenos Aires.
En los alrededores de los módulos ya finalizados
comienzan a corretear sobre la tierra compactada los primeros niños, chavales que
siguen una pelota de trapo entre coches destartalados y los furgones de otro
siglo que sirven para hacer portes y fletes. Junto los carros de mano que
utilizan a diario los cartoneros para recoger papeles y envases, por los
contenedores de la ciudad. La fisonomía desde lejos me recuerda a los campos de
refugiados montados para “recoger” ─y permítanme las comillas─, a las familias
saharauis en el suroeste argelino de Tinduf.
Supongo que los habitantes de estos asentamientos, al
igual que les ocurren a los olvidados de Tinduf, sufrirán los mismos desmanes,
las mismas incomparecencias políticas y similares problemas alimenticios y
sanitarios. Los problemas entre los olvidados de las sociedades que se las dan
de evolucionadas son siempre similares, por muy lejos que estén en el mundo e
incluso en las fechas históricas. Todos los países, lo continentes y las
sociedades tenemos nuestras vergüenzas que nos encanta esconder, sin darnos
cuenta de que detrás de los datos lo que se esconden son personas.
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