Se subió al subte en la parada de metro de la línea
D de 9 de Julio. Es día de fiesta y el metro va extrañamente vacío para esas
horas, tanto que puedo encontrar asiento libre nada más montarme. Como digo,
subió al metro una parada antes de llegar a la estación final del recorrido,
Catedral. En uno de los laterales de plaza de Mayo.
Estaba metido en la treintena, pero muy cerca de que le
cayeran los cuarenta, portaba barba oscura de varios días. Unos pantalones
vaqueros cortos, muy amplios y caídos, la camiseta negra de una conocida marca
deportiva le cubría hasta debajo de las posaderas. Portaba una gorra de beisbol
de color negro, con el logotipo de los New York Yankees en blanco sobre tela
oscura. En las manos cargaba un pequeño amplificador y un micrófono enganchado
a él mediante un largo cable embarrullado de mala manera.
Dijo algo ininteligible porque coincidió con el
pitido del cierre de las puertas del metro, y tras ello del amplificador
comenzó a salir una base de rap. Tras unos segundos de introducción musical, el
chico comenzó a rimar letra. En ella demostraba el amor hacía Jesucristo, y su
labor como salvador de nuestro mundo. Una verdadera oda a su religión, que no
le supuso muchos ingresos, pues el tren llegó a la estación final mientras el
chico seguía rapeando letras religiosas, y cuando acabó y comenzó a pasar la
gorra se había quedado solo. Los usuarios ya corrían por los pasillos del
subsuelo buscando su transbordo o respirar de nuevo el oxígeno polucionado de la
superficie.
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