Paseo por la calle teniente general Juan Domingo Perón
─antigua calle Cangallo─, a la altura del 1259, sobre un par de cuadras de 9 de
julio. Es la primera vez que paso por ese tramo de la calle y no sé muy bien
porqué lo hago. Me dirijo a tomar un colectivo que me lleve a la Biblioteca
Nacional, casi entre Corrientes y el Obelisco, y he decidido cambiar mi paseo
diario para llegar hasta el Metrobus de 9 de Julio. Normalmente tomo el camino
rápido, que es bajar por avenida de Mayo y desde Cerrito acercarme al carril
central de la avenida, el que está adaptado para el uso del trasporte público,
pero hoy algo me hizo seguir recto.
Di un buen rodeo, iba bien de tiempo y al cruzar la
avenida que une el Congreso con la Casa Rosada, proseguí por Talcahuano hasta
que no se muy buen porqué giré a la derecha, y bajé hacía el río. Al poco
comencé a darme cuenta que había entrado en esa calle por casualidad, una calle
sin más, pero que ese giro iba a enseñarme una cara curiosa cuanto menos del
centro de la ciudad.
Lo primero que llamó mi atención fue una fachada de
color rosa suave con ventanas y puerta de madera, y con el nombre rotulado en
dorado. Me vi de pronto ante las letras clásicas en los cristales: Café de
Marco, ponía. Comencé a darle vueltas al nombre, y caí en que el original café
de Marco era el que se abrió hasta el año 1871 frente a la botica ilustrada. Un lugar
clásico durante el siglo XIX, y que se hizo famoso por las reuniones que
llevaron a cabo en su interior los patriotas que desembocarían en la revolución
del 25 de mayo de 1810. No sabía que el bar había reabierto de nuevo, no lo
conocía. Pero además hubo un detalle que aplicó más mi curiosidad sobre el
café. El símbolo situado sobre el portón principal, con el compás y la escuadra
cruzados. El símbolo de las logias masónicas.
Lo tomé como un detalle curioso más del lugar. No es extraño
que forme parte de los numerosos lugares donde se reúnen estas sociales
secretas desde hace siglos. Tampoco es extraño que un café histórico como lo
fue éste, lo muestre abiertamente. En los años convulsos de la independencia se crearon,
entre los militares y civiles que lucharían y conseguirían la emancipación
total de la península de los antiguos virreinatos americanos, sociedades secretas
como la que se reunía en la jabonería de Vieytes, la Sociedad Patriótica, o la
logia Lautano. Esta última, con Alvear y San Martín al frente, acabó con el
timorato gobierno del Primer Triunvirato, creando el Segundo con políticos más
afines a la independencia, y llevó a cabo la Asamblea constituyendo de 1813. Por no hablar de la influencia que tuvieron esta sociedades en la
creación de la ciudad de La Plata.
En eso pensaba cuando iba avanzando por la misma
vereda, hasta que unos pasos más adelante tuve que pararme en seco. Frente a mí
se levantaba un edifico pintado de rojo por completo, y que en ese momento se
encontraba en obras. De nuevo mostraba el mismo símbolo sobre la puerta de
entrada. Pregunté al portero de un edificio cercano que me aseguró que era una
joyería masónica. Me animó a que me pasara por allí en unos días cuando acabe
la reforma y pudiera observar el escaparate. Es realmente curioso inquirió. Me
despedí de él prometiendo que lo haría, y seguí con mi runrún de sociedad
secretas en la historia argentina dándome vueltas en la cabeza
Por si no fuera suficiente, al poco tuve que bajar
de la vereda y caminar por la calzada por obras, al volver a subir me encontré
con una gran portada detrás de una valla verde. La fachada majestuosa, señorial,
de otro siglo, con la fachada curvada hacía el interior y dos grandes columnas
enmarcando la puerta de entrada. Sobre ella de nuevo la escuadra y el compás.
En este caso no me hizo falta preguntar, un pequeño cartel me lo aclaró de
inmediato: Gran Logia de la Argentina de libres y aceptados Masones.
Sin comerlo ni beberlo me había metido en el centro
neurálgico de la logia más conocida del mundo. Aunque por supuesto no es la
única, ni posiblemente la más poderosa, pero si la más conocida. En ello
pensaba mientras ya dentro del colectivo, avanzaba por la avenida del
Libertador. Tomé un par de notas en mi bloc, y me prometí tomarme un café en
los próximos días en el de Marco, para analizarlo por dentro.
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