Sobre la avenida de Mayo hay un edificio muy especial,
muy diferente al resto. Como escapado de una obra fantástica de la literatura
universal. Y en realidad, así es, pues el edifico Barolo es una representación
arquitectónica de la obra literaria culmen de Dante Alighieri. La Divina
Comedia.
El edifico no solo es un punto imperdible en la
ciudad por su arquitectura, sino que también esconde innumerables detalles
curiosos. Misterios que rodean su historia, tales como que el edificio se
divide en infierno, cielo y purgatorio al igual que la obra de Dante, que en su
estructura cuenta con un antiguo arrollo colonial que pasa bajo su sótano, o
que tiene un hermanos gemelo en Montevideo, conocido como Palacio Salvo. Pero
sin duda si hay un detalle extraño y misterioso en él, fue la idea peregrina de
su dueño y del arquitecto que lo creó, de traer desde Italia el cuerpo de Dante
Alighieri tras haber levantado para él un mastodóntico mausoleo en el corazón
de Buenos Aires.
Pero será otro día cuando seguramente habrá espacio
para hablar detenidamente de esas y otras historias, pues hoy me gustaría
centrarme en el punto más alto del edificio, pues en la torre que remata la construcción,
en la cúspide, se abre una especie de ventanal corrido de ocho lados, divido en
tres cristaleras verticales cada uno. En su interior se encuentra un faro de
trescientas mil bujías.
Un faro en el interior de la obra faraónica que es
el edifico Barolo de Buenos Aires, de la idea realizada de crear un edificio en
el que se reflejara los diferentes estados de la Divina Comedia. Un faro que
representa a la perfección el Empíreo, o los Nueve Coros Angelicales.
En
su momento solo se encendía y giraba en momentos especiales, en días
importantes, pero ahora, por suerte, se enciende mucho más a menudo.
Una luz, que en muchos casos puede parecer una
ilusión óptica a los paseantes que lo observan por primera vez. Nadie se espera
una luz tan marinera, tan costera, en el interior de una ciudad tan terrenal
como es la capital de la Argentina. Una imagen que trae a la cabeza muchas
novelas, películas, muchas aventuras irreales que en cierto momento, al ver
girar el halo de luz sobre avenida de Mayo, o sobre la plaza del Congreso, se
convierten en realidad. Un detalle que te hace pensar, al menos durante unos
segundos, que va a arribar un barco fantasma en la vereda de 9 de Julio, o que
un superhéroe de comic norteamericano se va a descolgar de la fachada del mítico
Barolo. Algo que en la cerrada oscuridad de los cielos de la ciudad, y en lo
surreal de los entrantes y salientes, de los claro oscuros, del edificio no
sería tan extraño. Todo puede ocurrir en el número 1.370 de la avenida de Mayo.
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