Al final fueron ciento cincuenta metros de trenza dulce
el que se presentó, y repartió, en avenida de Mayo. Era un día de vacaciones,
de puente, o como dicen aquí; de fin de semana largo. Lo que ayudó a que se
pudiera cortar una de las arterias principales de la capital sin crear un caos
circulatorio, al que por otro lado, tan acostumbrado estamos los que lo
sufrimos cada día a última hora de la tarde.
El dulce en sí es muy sencillo y para el record se
usó la tipología de trenza, aunque lo más típico, lo que se ve en todos los
escaparates de cafeterías y en los mostradores de la multitud de confiterías
que se diseminada a lo largo y ancho de la ciudad, es la forma de rosca. El
dulce es simple, un bollo de harina, huevos, leche y azúcar, que tras pasar por
el horno da la imagen similar al de nuestro roscón de reyes, o del bolo do rei típico de Portugal. Un
postre similar en forma, en sabor y en decoración, pues sobre el bollo cocido
aparece azúcar, fruta escarchada, ralladura de coco, cerezas al marrasquino,
higos y nueves. Una composición muy similar, pero que se consume en épocas muy
diferentes en los tres países.
No había una gran expectación de público, al menos
no había grandes colas esperando recoger su pedazo de trenza de pascua recién
cocinada y cortada. Tal vez, y solo tal vez, porque no era gratuito y solo se
podía recoger el pedazo de dulce después de pagar veinte pesos en una de las
diferentes casetas portátiles en las que se vendían los tickets. Un dinero que
será donado a entidades de beneficencia.
Supongo que a pesar de todo la trenza se vendería
totalmente, aunque no me quedé hasta el final para comprobarlo. Confió en la aportación
solidaria de la gente que suele volcarse en estos casos, ya que al fin y al
cabo el precio era casi ínfimo y el destino es ayudar a gente que lo necesita.
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