Hacía tiempo
que no veía uno de ellos. Una de esos enormes carteles luminosos, pagados por
compañías internacionales de altos vuelos y que derrapan abierta y gravemente
en el contenido de su publicidad. Tampoco es que en Buenos Aires, o en
Argentina, el número de estos carteles de tendencia machista sea más alto que
en otros países o ciudades. Con la próxima llegada del día de la Madre, ya he
visto publicidades del estilo Para ti que
te lo mereces todo, colocadas sobre centros de planchado y aspiradoras en
establecimientos de la compañía de grandes almacenes más grande de España, ese
del triángulo verde. Aunque también en otros más pequeños que todos conocemos,
de esos que venden comida, ropa, electrodomésticos y hasta ruedas y baterías de
coche.
Seguimos teniendo, o al menos los dueños de estos grandes
centros comerciales siguen teniendo, la idea cavernícola de que las tareas del
hogar son cosas de ellas; de nuestras abuelas, de nuestras madres y de nuestras
parejas. Supongo que porque ellos siguen viviendo así, echándose la siesta
mientras su pareja friega los platos. Por suerte y aunque ellos no lo crean,
las nuevas generaciones somos distintas, y desde nuestros años jóvenes, cuando
nos tuvimos que ir a vivir fuera de casa de nuestros padres aprendimos a poner
lavadoras, a barrer y a limpiar nuestras casas y sobre todo a cocinar a diario,
sin que se nos caigan los anillos. A la fuerza ahorcan que dicen en mi tierra.
Pero ellos
siguen en sus trece, y cada cierto tiempo proponen publicidades tan
cavernícolas como la comentada del día de la madre, o la arriba expuesta. Donde
la compañía automovilística francesa del rombo muestra su nuevo coche como símbolo
de libertad masculina. Como si las mujeres no se sintieran libres al
enfrentarse a un largo viaje, mientras se encuentran en la soledad de su coche,
con la música o la radio puesta como único acompañante en las siguientes horas.
Como si de primeras se vetara el uso de ese modelo al género femenino,
avisándonos que si vemos a alguna dama conduciendo uno de estos coches, debemos
pensar que se lo han tomado prestado a su marido, o que es un marimacho.
Aunque hay
otras publicidades que además de machistas son cutres, como la del tipo en camisa
interior de tirantes que se sirve un buen vino mendocino en un vaso de refresco,
mientras marca barriga sobre un horroroso bañador y enseña joyas de oro, al más
estilo Tony Soprano. Todo esto, mientras es observado por una bella sirena
sentada en el borde de una piscina de plástico azul. Ella, oculta sus pechos
bajo su melena negra, poniendo de fondo el puerto de mercancías porteño, con
grúas y edificios portuarios. Toda ésta mezcla inconexa, y estúpida, para
intentar vender parrillas de jardín.
Algunos deberían
hacérselo mirar, pues en este último caso, el de las parrillas de jardín, si quitáramos
a la sirena ligera de ropa que no viene al caso ni por asomo, y está ahí solo
por el mero echo del morbo que ofrece al comprador, que de verdad cree que le
caerán bellas mujeres del cielo solo por tener esa parrilla, el anuncio en sí
sería una horterada, una cutrez sin sentido. Pues si al comprar sus parrillas
te vuelves como el tipo de la imagen, es mejor pasar de largo y buscar otra
tienda.
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