He de reconocer que es un rasgo de la ciudad que
desde el primer día llamó mi atención. No sé si es normal en otras ciudades latinoamericanas,
o si es una peculiaridad de Buenos Aires, pero sin duda es algo que en las
ciudades de Europa no sucede. Mucho menos en las grandes urbes, llenas de
contaminación, polución, y en ocasiones vacías de sentimientos.
No me ha ocurrido ni una, ni dos veces, ni tampoco
han aparecido sólo en las zonas de bosques, o en los grandes jardines. De hecho,
la última vez que una mariposa revoloteo ante mí fue cerca de mi casa. Una
calle estrecha donde el sol no abunda, a diferencia del olor a basura pasada y la
contaminación de coches y colectivos. Donde el ruido se hace ensordecedor al
paso de los viejos motores, retumbando entre las centenarias paredes.
Pero ellas siguen revoloteando, saliendo de entre la
nada, pasando sus suaves y delicados colores por la ciudad. Incluso las he llegado
a ver en el interior de algunos locales. No hace ni dos semanas que una de
ellas se posó junto a uno de los viejos libros que ojeaba en una librería de San
Telmo. Ella, paró su vuelo delicadamente, recogiendo sus alas y quedando tranquilamente
entre la gente, sin inmutarse.
En ocasiones he podido fotografiarlas tranquilamente.
Recreándome y acercando el objetivo de la cámara a mi gusto, buscando diferentes
posiciones y enfoques. Incluso en ocasiones ellas se mueven, se colocan, abren
y cierran sus alas como posando para mis imágenes. No entiendo el porqué, pero
en una ciudad tan mastodóntica y desordenada como es Buenos Aires, el poder caminar
por la calle, entrar en una vieja tienda
o pasear por un parque, y poder sentarte a observar, o a fotografiar estos
interesantes insectos, hace que la ciudad parezca menos invivible.
Me gustaría tener
esta sensación más a menudo, pero en las grandes ciudades Europeas es imposible
a no ser que te metas en una reserva natural, en un jardín botánico, o en algún
lugar preparado para albergar diferentes especies de plantas e insectos. Por
ello posiblemente, cada vez que una de estos animales frágiles se cruza en mi camino
me quedo pensativo. Incluso como ocurrió esta tarde al cruzar una avenida
céntrica, paré mis pasos, y durante un tiempo seguí con la mirada el devenir de
una de ellas de color anaranjado. Hasta que su revolotear y el viento se la
llevaron lejos.
Al mismo tiempo que ella se alejaba pude sentir como
las personas de mi entorno me miraban extrañadas, como si me hubiera vuelto
loco de remate. No sé si por quedarme observando el batir de alas de la
mariposa en sí, o por pararme en mitad de la calle estorbando la huida hacía
donde nadie sabe de la mayor parte de los transeúntes. Los cuales, avanzan
rápidamente por las veredas mirándose los zapatos, sin valorar la importancia
de encontrar una especie tan bella como esta, en un lugar tan inhóspito-a
veces-, como este.
No hay comentarios:
Publicar un comentario