Tardé
en pasear en profundidad la viaja Chacra de los Colegiales, el lugar que hoy se
conoce como cementerio de La Chacarita, y que es el camposanto más grande de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Solo es necesario mirar un mapa como el que yo
tengo situado en la habitación que ocupo en el centro bonaerense para observar
un enorme cuadrado-casi perfecto- de color blanco en mitad del mismo. En 1871 el
lugar se convirtió en el cementerio de la ciudad, después de que un brote de
fiebre amarilla obligara a dejar atrás durante un tiempo al de La Recoleta.
El asunto llevó a crear esa enorme
Quinta del Ñato, una acepción tomada del lunfardo, para definir con socarronería
a los enterramientos criollos, que solían realizarse en sus propios territorios,
lo que llevaba a que esa parte de la quinta fuera denominada como la del ñato,
haciendo referencia a las calaveras, que por no tener nariz eran consideradas
así; ñatas, o chatas. Al final se popularizó, incluso Julio Cortázar lo recoge
en las páginas de Rayuela.
Al poco de llegar a Buenos Aires y
casi por casualidad aparecí allí, comí en una pequeña parrilla y me asomé para
visitar rápidamente la tumba de Gardel, situada prácticamente a la entrada del enorme
predio. Nada más, salí, llevaba prisa y decidí volver más tranquilamente otro día,
pero la visita se fue dilatando y la llevé a cabo finalmente en mi última
semana en la ciudad. Me sorprendió que no fuera lo que me esperaba, al menos en
su totalidad. Suponía un cementerio histórico, total, como es el de Père
Lachaise de París, o el de La Recoleta de la misma ciudad, pero no, solo la
primera parte lo es, después, tras pocas cuadras te encuentras tumbas escavadas
en la propia tierra, sin más decoración que una cruz decorada con flores y con
detalles que gustaban al finado-varias remeras de equipos de la ciudad, imágenes,
chapas recordatorios…-. Junto a esto, grandes galerías de nichos escavados en el
suelo, y a los que se accede bajando por unas escaleras, entrando después en
diferentes galerías. Un poco más lejos, aparecen de nuevo grandes construcciones,
pero todas ellas comunales; para el ejército, la policía federal, la sociedad
asturiana… Y de nuevo al fondo más nichos, al estilo tradicional.
Entrada monumental al cementerio bonaerense de La
Chacarita.
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Realmente en muchos momentos parece
que paseas por un campo, verde, amplio y sin ninguna indicación de que estés
paseando por un cementerio del tamaño del de Chacarita, un lugar que aún sigue
en funcionamiento, que sigue albergando cuerpos y almas, o cenizas, que salen
del crematorio que se encuentra en el medio del recinto. Junto a él,
apenas unos metros, el punto que
recuerda a las grandes figuras de la sociedad argentina en general y porteña en
particular; Alfonsina Storni, Goyeneche, Troilo, Pugliese, o Quinquela Martín
entre otros. Un lugar interesante de visitar, pero siempre con respeto, algo
que creo no se consigue en La Recoleta, que más parece un tour turístico donde hacerse fotos, y gritar al cuñado de turno
para que corra a hacerse una selfie
con la tumba de tal o cual persona, sin recordar que el lugar y sus habitantes
merece un mínimo de educación.
Tumba de Carlos Gardel.
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