En
Argentina en general y en Buenos Aires en particular, hay muchos tipos de
bocadillos, prácticamente todo puede meterse entre dos pedazos de pan para
comer rápido, o llevarlo por la calle. Desde luego hay unos más atípicos que
otros, nadie se asombra si alguien come un choripán en una parrilla, o si sale
de un café o una confitería con un pebete de salame y queso, o una milanesa con
lechuga en la mano. Más extraño, desde luego, es ver a personas comiéndose bocadillos
de ravioles, de muslo de pollo o de empanadas. Todos estos ejemplos no son
inventados, los he visto por la calle, y
en los barcitos a los que he entrado en alguna ocasión, a lo largo y ancho del Gran Buenos Aires.
Pero hay uno de estos tentempiés, que
pueden ser más típicos que los demás, que incluso hay canciones que las recogen,
o que los nombran como algo típico y tradicional, cuando uno se junta con
amigos o familia; los sándwiches de miga. No tienen nada que ver con los típicos
sándwiches en triangulo, esos envasados que venden en todas las áreas de
servicio de Europa, de los Estados Unidos y de buena parte de Latinoamérica. Ni
siquiera la miga es similar a nuestro pan de molde, pues es mucho más fina, más
delgada y sobre todo sin rastro de corteza.
Suelen tener formas rectangulares y
se venden por piezas o unidades. El relleno de los sándwiches de miga es todo
un ceremonial, los hay que aseguran que pueden rellenarse de cualquier cosa, otros,
más puritanos, se niegan a meter según qué productos en mitad de las final
planchas de pan de miga. Lo cierto es que cada vez hay más variedad, ya no solo
en el producto del interior, sino que incluso el pan de fuera va variando, pasando
del blanco impoluto, a integral, negro, con cereales…y todo lo imaginable.
Los sándwiches de miga son un
producto muy consumido en ambos lados del río de La Plata, y los uruguayos los
disfrutan tanto como los argentinos. Es un producto barato, que da la posibilidad
de saborear varios alimentos en una misma comida, y que los puedes encontrar recién hechos a cada
hora. Sirven para merendar, para comer algo a media mañana, o para llevar a una
quedada o una cena informal con amigos. Hay centenares de tiendas especializadas
solo en venta de sándwiches de miga, más las confiterías, las panaderías e
incluso alguna gran superficie que los oferta durante todo el día. Yo tengo predilección
por una pequeña tienda cercana a casa, un lugar de un par de metros cuadrado más
el obrador trasero, y regentado por una familia del barrio. Está en la calle
Moreno, en el barrio de Monserrat, casi sobre la vieja calle Lima, ya incrustada
en la mastodóntica avenida 9 de Julio, a los pies del antiguo Ministerio de
Obras Públicas, donde Eva Perón observa la ciudad en todo su esplendor. El
local está pintado de blanco impoluto, con la cámara que hace las veces de mostrador
atestado de diferentes tipos de estos sándwiches, tienen tantos tipos que aún
no he sido capaz de probarlos todos. Pero sin duda tengo mis preferidos, los
que siempre entran en el lote, y a los que cada vez sumo alguno nuevo, alguno
de esos que los puristas ven con malos ojos; con palmito, ananás, aceitunas, morrón,
mariscos, sardinas o choclo.
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