De
nuevo ayer se llevaron a cabo otras elecciones en Buenos Aires, en este caso
unas PASO, o lo que viene a ser lo mismo unas primarias, para ir recortando el número
de pretendientes que buscan hacerse con la presidencia de la nación en los
próximos meses de octubre y noviembre. Son curiosas estas primarias-nada que
ver con las españolas-, pues no solo se presentan los partidos, sino que
también lo hacen varios representantes por cada uno de ellos, es decir los
votantes-cualquier votante sin necesidad de ser afiliado- pueden votar a un
partido para ponerlo en la final por la carrera presidencial, pero a la vez que
echan la boleta para su partido favorito, pueden elegir si en esa papeleta,
está la cara de uno u otro de los candidatos que esas siglas presentan a las
primarias. De esa forma, el candidato que más votos reciba por los votantes del
partido que representa, pasará a encabezar la lista final de dicha formación.
Todos los votos que se den a ese partido, aunque sean a diferentes candidatos
suman en la misma hucha final, la cual debe llegar a un punto y medio por
ciento de los votos escrutados para que el partido pueda pasar a la votación
siguiente, que se llevará a cabo en doble vuelta. Siempre que ningún candidato
consiga el cincuenta y uno por ciento de los votos en la primera
vuelta.
Pero eso es lo normal de cualquier
elección de cualquier país, aunque los métodos y las formulas sean más o menos
complicadas en unos que en otros. Lo que más me llama la atención de las
numerosas elecciones que he vivido en Argentina, es la veda electoral que entra
en vigor horas antes de que se abran los colegios electorales. Ya lo he comentado
alguna vez, el día de elecciones están toralmente prohibido los actos multitudinarios,
sean culturales o deportivos, se suspenden los mercados de la ciudad, las ligas
deportivas, e incluso los cines y teatros cierran sus puertas y suspenden sus espectáculos
durante la veda. Lo cual imagino repercute en los sueldos de los trabajadores
que ese día no rinden, que maldita la gracia con la cantidad de vedas que llevan
en lo que va de año. Otro punto curioso es que no se puede vender alcohol-ni
consumirlo en lugares públicos-, desde doce horas antes de que se abran los
colegios y hasta tres horas después de que se cierren. Lo que no evitó, que
ayer el primer votante que se presentó a ejercer su derecho en la ciudad de
Rosario lo hiciera como una cuba.
Es una ley extraña, al menos seguramente
si lo vemos desde la perspectiva europea, donde lo único que se prohíbe durante
veinticuatro horas antes de la votación es la propaganda electoral. Pero lo de
la veda electoral y la prohibición del consumo y venta de alcohol viene de
viejo en América, concretamente en Norteamérica. Ya a finales del siglo XIX,
los Estados Unidos se vieron obligados a aplicar la veda electoral la noche
antes de las elecciones, esta veda además de hacer referencia a la
imposibilidad de consumo de alcohol, se extendía a la prohibición de portar
armas por la calle durante el tiempo que ésta estuviese en vigor.
Pues
como se imaginarán, lo que solía empezar como una reunión de correligionarios
seguidores de un partido o de un candidato, en la que se brindaba por la
victoria de su representante, solía acabar como el Rosario de la Aurora cuando
se vaciaban más botellas de cerveza y bourbon de las recomendables, y salían a
relucir los revólveres de uno y otro bando. Es decir, que cada noche anterior a
las elecciones estadounidenses, en varios lugares del país se abría una
sucursal de Puerto Hurraco. Y por eso las autoridades tomaron medidas
drásticas, llenado las calles de alguaciles que vigilaban que estas leyes se
cumplieran a rajatabla, procediendo a la detención de individuos y clausura de
locales que no las respetaran. Pero no todo iba a ser persecución y coacciones,
pues en premio por su buen comportamiento durante la noche anterior, a todo
aquel que acudía a votar en las elecciones de la última parte del siglo XIX, se
le premiaba con una copa de licor. Esto al final hizo que los partidarios de
uno u otro partido, buscaran y llevaran a votar a todos aquellos mendigos o
alcohólicos que habitaban la ciudad, prometiéndoles un trago a cambio de que
votaran a quien ellos les dijeran. Incluso les hacían votar varias veces en
diferentes lugares, haciéndoles pasar por otros individuos de su misma cofradía
a los que no habían localizado, o no se habían dejado sobornar. Pero los
pucherazos o los fraudes electorales son harina de otro costal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario