Las
calles del viejo Buenos Aires esconden historias de todo tipo, unas nos enseñan
a comprender mejor la ciudad y la historia del país, otras más oscuras, nos
hacen entender la parte subterránea de la gran ciudad. Estas historias que en
su día quedaron tapadas y olvidadas bajo el avance de la que sería la nueva
ciudad, hoy siguen saliendo al camino de los visitantes, y sobre todo de los
habitantes de Buenos Aires.
En ocasiones, muchos de los trágicos
casos que ocurrieron en la ciudad durante la década de los años veinte, treinta
y cuarenta del siglo XX, se han cubierto de literatura y de ficción, lo que ha
ocasionado que muchas de las personas que se entregan a la lectura de las
novelas que narran ciertos hechos, se hagan a la idea de que todo es fruto de
la malévola imaginación de un tipo solitario que escribe por la madrugada,
bebiendo whisky y fumando tabanco negro a la luz de un flexo del que emana una
luz amarillenta.
Pero no todo es así, y la historia
de la casa de la palmera de la calle Riobamba es un ejemplo de ello. La casa se
sigue manteniendo exactamente igual que cuando se construyó, algo extraño en una
zona donde todos los caserones fueron devorados por la piqueta y las políticas
urbanicidas hace mucho tiempo. Tal vez la negra historia que presenta la casa
haya ayudado a que permanezca ahí, encajada entre dos bloques de viviendas
neutras y bastante simples.
Se dice que la historia de la casa
de la palmera, pudo inspirar a Julio Cortázar para escribir su cuento Casa Tomada. Es posible que Cortázar
conociera la historia de la casa y de la familia que la habitó, pues siendo de
carácter curioso y un tipo que pasaba mucho tiempo paseando por la ciudad y en los
cafés del centro, donde charlaba con todo tipo de personas, pudo darse la
situación de que se charlara de casas
malditas, o de historias macabras del micro centro porteño, siendo un tema recurrente
más del día. Lo cierto es que salvo por algún pequeño detalle, la historia real
y la que se cuenta en Casa Tomada no
tienen mucho que ver, pero no deja de existir un hilo que las une. Tampoco es
descartable que todo sea un mito, y que Cortázar se inspirara en unos vecinos
de su barrio, Agronomía. Que fuera una historia de algún amigo de París, o que
como tantas otras naciera de su imaginación.
Si no han leído el cuento de
Cortázar se lo recomiendo, yo aquí no se lo voy a destripar, pero si les voy a
contar la historia de la familia que vivió en la casa de la palmera. Los dueños
fueron la familia Galcerán, una familia de buena posición. El padre murió
pronto y la madre, doña Catalina Espinosa de Galcerán, se instaló allí con sus
hijos; cinco hombres y una mujer.
La única hermana se llamaba Elisa, y
no veía con muy buenos ojos las múltiples salidas de juerga de sus hermanos, aunque
lo que más la desagradaba era lo muy mujeriegos que eran. Ella no decía nada, pasaba
los días encerrada en casa, cada vez volviéndose más esquiva y menos cercana a
los restos de habitantes de la casa de la calle Riobamba, esa actitud se volvió
casi enfermiza tras la muerte de la madre.
Pronto la desgracia comenzó a cebarse con los
varones de la familia Galcerán. Varios hermanos fallecieron de forma extraña y
muy cercana en el tiempo, lo cual sumió a Elisa en una enorme pena, que decidió
ir cerrando con llave y dejando inutilizadas las habitaciones de su madre y de
sus hermanos fallecidos. Los años fueron pasando y Elisa cada vez tenía que ir
cerrando más habitaciones, hasta que un día tras la muerte del último de sus hermanos
clausuró de forma definitiva las nueve habitaciones de la vieja mansión. Tras
ello se encerró en el sótano, donde tiempo después la encontraron muerta. Había
tomado el mismo veneno que usó para acabar con toda su familia.
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