Cierto
es que la nueva era, la de la comunicación inmediata y digital se ha apoderado
de nuestra vida, tal vez demasiado. Cierto es que prácticamente nadie de los
nacidos en el nuevo siglo, han cumplido con el rito de escribir una carta a mano
y tras doblarla cuidadosamente para meterla dentro de un sobre, se han dirigido
al quiosco de la calle a comprar un sello o una estampilla, para después
deslizarlo todo con alegría y nerviosísimo por la ranura de uno de los múltiples
buzones de correos, esos que se situaban a lo largo y ancho de cualquier ciudad,
aunque ahora cueste encontrar uno.
Mi treintena me hace estar a caballo
entre las viejas generaciones, las que usaban el correo para saber de la familia,
y para mandar las felicitaciones de navidad o las de cumpleaños, y la nueva
generación, que solo usa el correo digital y las redes sociales, o las aplicaciones
de móvil para mantenerse en contacto con familiares y amigos. Uso ambas claro,
la tecnología te atropella, pero me gusta seguir mandando cartas, sigo haciendo
gasto a las papelerías, y a los vendedores de postales.
Por suerte no todo está perdido, en
Lisboa por ejemplo, siguen existiendo los buzones de toda la vida, pero
modernizados, recuerdo uno cerca de mi casa en Arroios, el cual te cobraba e imprimía la pegatina que haría las
veces de sello justo antes de que introdujeras el sobre o la postal en su
interior. En París, los cafés o los Tabac,
esos lugares normalmente estrechos y largos, sin ventanas y atendidos por un
tipo poco simpático, siguen vendiendo los sellos junto a los cigarrillos y el
café negro. En Roma pasa algo similar, el tipo o tipa que atiende los estancos
te dispensa los francobollos para
enviar las postales a tus conocidos.
En Buenos Aires, estos buzones que
se sitúan aún en muchas de las esquinas son inservibles. Están, pero no sirven
para nada, nadie recoge las cartas en ellos, solo se usan para pegar en ellos
publicidad-normalmente electoral-, y
para que los incívicos los rellenen de basura por la abertura que en otros
tiempos recogía cartas y sobres.
A los pocos días de estar en Buenos
Aires estuve a punto de caer en lo que muchos caen, tras comprar un sello
horrible en un quiosco de prensa, estuve a punto de meter unas postales en el
buzón rojo que se levanta sobre la esquina de la calle Chile y la avenida 9 de
Julio. Cuando estaba comprobando si realmente estaba en uso, una señora de unos
sesenta años que paseaba por la sombra de los plátanos me avisó. Dijo que hace
años que nadie recoge las cartas en los buzones callejeros, que solo lo hacen
en las oficinas y en alguna de las tiendas de recuerdos que están en el
microcentro. Estos están de recuerdo, concluyó.
Mientras me dirigía a una cercana oficina de Correos
Argentino para depositar allí las postales, me acordé del buzón de correos de
mi pueblo, el que estaba en la plaza mayor, bajo los soportales. Ese objeto clásico
que recordaba desde siempre allí, que tuvo uso hasta hace bien poco, pero que
como suele ocurrir desde que se generalizaron los nuevos inventos comunicativos, casi no se
usaba. Estaba también de recuerdo. Pero hace no mucho despareció, alguien lo
había arrancado del suelo cortando la base con una radial. El objeto más clásico
de los pueblos españoles-junto a las cabinas telefónicas, que también están en desuso-,
había desaparecido del centro del pueblo. Con él se fueron las tardes de la infancia
compartidas a su lado con amigos, jugando en la plaza y subiéndonos-o intentándolo-
a él, usándolo como poste de una portería invisible, o como casa ficticia
cuando jugamos al cinto o a cualquier actividad similar. Son los viejos
olvidados de las plazas y de las esquinas, que se van borrando de las ciudades,
dejando un hueco entre nuestros recuerdos.
Hermoso homenaje a este ser que nos provocaba una conexión con lo lejano y desconocido.
ResponderEliminarEra un milagro cuando lo abrían y sacaban la bolsa.
En mi época llevabamos las cartas a los reyes y novios imaginarios.
Tambien las citas amorosas..Te espero junto al buzon de la esquina xx.
Gracias por los documentos que suben.Felicitaciones al equipo que colabora.
Cariños a todos.