viernes, 27 de marzo de 2015

MARIPOSAS


             He de reconocer que es un rasgo de la ciudad que desde el primer día llamó mi atención. No sé si es normal en otras ciudades latinoamericanas, o si es una peculiaridad de Buenos Aires, pero sin duda es algo que en las ciudades de Europa no sucede. Mucho menos en las grandes urbes, llenas de contaminación, polución, y en ocasiones vacías de sentimientos.

            No me ha ocurrido ni una, ni dos veces, ni tampoco han aparecido sólo en las zonas de bosques, o en los grandes jardines. De hecho, la última vez que una mariposa revoloteo ante mí fue cerca de mi casa. Una calle estrecha donde el sol no abunda, a diferencia del olor a basura pasada y la contaminación de coches y colectivos. Donde el ruido se hace ensordecedor al paso de los viejos motores, retumbando entre las centenarias paredes. 

            Pero ellas siguen revoloteando, saliendo de entre la nada, pasando sus suaves y delicados colores por la ciudad. Incluso las he llegado a ver en el interior de algunos locales. No hace ni dos semanas que una de ellas se posó junto a uno de los viejos libros que ojeaba en una librería de San Telmo. Ella, paró su vuelo delicadamente, recogiendo sus alas y quedando tranquilamente entre la gente, sin inmutarse.

            En ocasiones he podido fotografiarlas tranquilamente. Recreándome y acercando el objetivo de la cámara a mi gusto, buscando diferentes posiciones y enfoques. Incluso en ocasiones ellas se mueven, se colocan, abren y cierran sus alas como posando para mis imágenes. No entiendo el porqué, pero en una ciudad tan mastodóntica y desordenada como es Buenos Aires, el poder caminar  por la calle, entrar en una vieja tienda o pasear por un parque, y poder sentarte a observar, o a fotografiar estos interesantes insectos, hace que la ciudad parezca menos invivible. 

            Me gustaría tener esta sensación más a menudo, pero en las grandes ciudades Europeas es imposible a no ser que te metas en una reserva natural, en un jardín botánico, o en algún lugar preparado para albergar diferentes especies de plantas e insectos. Por ello posiblemente, cada vez que una de estos animales frágiles se cruza en mi camino me quedo pensativo. Incluso como ocurrió esta tarde al cruzar una avenida céntrica, paré mis pasos, y durante un tiempo seguí con la mirada el devenir de una de ellas de color anaranjado. Hasta que su revolotear y el viento se la llevaron lejos. 

Al mismo tiempo que ella se alejaba pude sentir como las personas de mi entorno me miraban extrañadas, como si me hubiera vuelto loco de remate. No sé si por quedarme observando el batir de alas de la mariposa en sí, o por pararme en mitad de la calle estorbando la huida hacía donde nadie sabe de la mayor parte de los transeúntes. Los cuales, avanzan rápidamente por las veredas mirándose los zapatos, sin valorar la importancia de encontrar una especie tan bella como esta, en un lugar tan inhóspito-a veces-, como este.

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