lunes, 2 de marzo de 2015

MALAS NOTICIAS

González Ledesma en la Calle Padró del Raval.

             Me van a perdonar que hoy me salga del guion, pues el asunto del día poco tiene que ver con Buenos Aires. O tal vez no. Tal vez sus obras sean tan conocidas aquí como los son en España y en Francia. Supongo que el trabajo de los grandes escritores se mantiene en el tiempo y en los diferentes lugares por donde se mueven sus lectores. El futuro lo dirá.

            Eran poco más de las doce y media del mediodía cuando leí el mensaje. Era corto pero claro. Lo firmaban Paco y Montse, los dueños de la librería Negra y Criminal de la Barceloneta. Nuestra librería, nuestros libreros de confianza y amigos comunes. Francisco González Ledesma había fallecido la noche anterior. Paco, se había ido en voz baja por cortesía. Educado y afable, como siempre.

            Conocí a Paco hace muchos años, en la librería de la calle de la Sal, de su amada y siempre protagonista Barcelona. Siempre con una sonrisa en la boca, con algún comentario socarrón a pesar de que ya los años le pesaban y se movía más lento que en otras épocas no muy lejanas. Ese día volví a casa con una de sus novelas dedicada afectuosamente en mi mochila. Su título: Las calles de nuestros padres. Una de las primeras novelas donde aparece su personaje más conocido, el viejo inspector Méndez. Un policía mayor, olvidado por sus superiores y que recorre los bajos fondos de Barcelona ayudando a las personas que sufren una tragedia olvidada por las altas estancias de la ciudad. Un viejo policía que lleva encima una pistola Cold de la época de Alfonso XII, y que ha deformado los bolsillos de su vieja americana de cargarlos con tantos libros a lo largo de su vida. Libros que le han enseñado a entender la vida que le tocó vivir.

            Pero la obra de Paco va muchos más allá de la novela negra, de la que fue uno de los padres en España junto con el también desaparecido Manolo Vázquez Montalbán. Comenzó a escribir muy joven, y muy joven ganó su primer premio, tan solo contaba con 21 años. Su obra en pleno franquismo se censuró, la acusaron de roja y pornográfica. Lo mismo ocurriría con varias obras más de su creación que solo llegaron a España tras el franquismo, a pesar de ser un autor de culto ya en Francia. Ganó el Planeta en 1984 por Crónica sentimental en rojo, y a partir de entonces pudo escribir con mayor o menor libertad. 

            Pero su obra literaria llegó a muchísima gente que posiblemente no lo sabe. Seguro que muchos recuerdan las novelas cortas, de pequeño formato, mal papel y de pésimo diseño que se vendían en los quioscos de los barrios en los años cincuenta y sesenta. Novelas del oeste y románticas que todos nuestros abuelos, y algunos de nuestros padres leían semanalmente. Hay autores por todos conocidos como Marcial Lafuente Estefanía o Corín Tellado, pues bien, a pesar de ser licenciado en derecho y periodista durante muchos años en El Correo Catalán y en La Vanguardia, Paco se escondió tras un seudónimo para escribir más de mil de estas pequeñas novelas. Escribía como quien respira, lo que le sirvió para forjar su carácter y oficio como escritor, además de para comer durante los duros años del franquismo cuando su nombre real estaba relacionado con la censura. Ocultándose para ello tras los nombres de Rosa Alcázar, Taylor Nummy, y sobre todo Silver Kane.

            La última vez que vi a Paco fue en 2011, poco antes de que un ictus se cruzara en su vida. Desde entonces pasó mucho tiempo en distintos hospitales recuperándose, y lo hizo para regalarnos la última obra de su “hijo” el inspector Méndez, que nos sorprende en la última página con un giro que nos deja noqueados.

            Su última obra se publicó a mediados de 2014, en realidad se reeditó. Su título es El adoquín azul, una pequeña novela, que olfatea el caso de un hombre que fue víctima de la brigada político social del franquismo. Yo por entonces vivía en Cádiz, se la compré a otro librero de confianza, el de la librería Manuel de Falla en la Plaza de Mina. Me senté a leer en cuanto llegué a casa y no me levanté hasta que terminé el libro, lo cual dice mucho de la calidad de la escritura de Ledesma. Pero va más allá, pues una de sus últimas páginas escritas la redacto desde el hospital donde se recuperaba del ictus. Un escritor de raza, que narraba hasta el más mínimo detalle de su enfermedad. El texto se titula: Cómo llegar a ser un 11-1. Es Paco en esencia pura, buena cara, lucha y positividad a pesar de los malos momentos. Que la tierra te sea leve.

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