domingo, 16 de agosto de 2015

PUNTOS DE REFERENCIA


              Muchas grandes ciudades del mundo se han empañado en crear un punto de encuentro en el centro de sus calles. Todas con una estructura básicamente similar, una plaza o cruce de avenidas características, con un monumento importante cerca, con los más importantes teatros a solo unos metros, y que sea de paso obligatorio para propios y extraños. Después da dar con ese punto, se cubren las principales fachadas de los edificios con enormes carteles de publicidad que siempre se anuncian lo mismo- a los que pueden pagar las cifras exorbitantes que los gobiernos de la ciudad piden, para dejarse ver en el lugar más exclusivo de la ciudad-, es decir: empresas multinacionales de coches, refrescos y electrodomésticos que todos conocemos. Se decora el asunto con algún anuncio giratorio que también se ilumine por la noche, y en una franja baja se colocan una continuación de pantallas led, por la que pasan a toda velocidad las cifras de cierre de las bolsas más importantes del mundo y las últimas noticas ocurridas en el país, y después de los deportes, lo acaecido en el resto del globo.

            No sé cuál fue la primera ciudad en ponerlo de moda, supongo que alguna anglosajona, que para eso del espectáculo y los brindis al sol son los más entrenados. Tal vez Nueva York, con su Times Square, y después los ingleses sentirían envidia de su viejos territorios y llevaron el prototipo a Picadilly Circus. Más tarde pasaría con más pena que gloria por otros países europeos, tal vez caló más en el viejo Dublín, donde se intentó montar algo similar al comienzo de O`Connell Strett Lower, justo al cruzar el río Liffey por el puente del mismo nombre. A Madrid, con bastante demora también ha llegado, y se han empeñado en hacer su propio punto de referencia de pantallas y colores chillones en la plaza de Callao, que ya lo era un poco, pero siempre desde el respeto y la parquedad del edifico Carrión o Capitol,  y su anuncio de agua tónica. Otras ciudades supieron mantenerse a parte y ahí siguen. París o Lisboa no solo no han creado una plaza de luces y anuncios, sino que además siguen respetado y creando leyes para salvaguardaras de la piqueta sus cafés notables y sus librerías principales, por las que se han paseado millones de personas a los largos de su existencia. Ahora son más que negocios, son puntos importantes de la historia de un país, lugares que brindaron cobijo a muchos intelectuales y sabios, que crearían obras para legarlas a la humanidad. También fueron lugar necesario para las personas de un barrio o de una ciudad, que por azares, injusticias o equivocaciones no pasaron a la posteridad, pero que igual dejaron su impronta.
           Buenos Aires también cayó en esa moda urbana, y alguien decidió que no había mejor lugar que en la intercesión de las dos principales avenidas de la ciudad; entre 9 de Julio y Corrientes. Rematado todo por el enorme Obelisco. Desde luego, ese es el punto idóneo, si lo que se quiere es crear un punto de referencia para dar paso a la contaminación lumínica, y a la mala costumbre de tapar fachadas de edificios clásicos de la ciudad. No me opongo a estos puntos, que a la larga se convierten en puntos turísticos, donde hacerse una foto para recordar el viaje por cualquiera de estas ciudades, pero si me gustaría que se pusiera el mismo empeño en conservar el resto del patrimonio histórico de la ciudad. Que se limpiaran los inimitables edificios de Callao o avenida Belgrano, que los parques porteños volvieran a ser lugar de reunión y no de desprecio,  que no se volviera a cerrar un lugar centenario, como hoy ha vuelto a ocurrir por enésima vez este año, y tan solo a uno metros de ese punto de encuentro colorido y publicitario, de la por otro lado espectacular ciudad de Buenos Aires.

No hay comentarios:

Publicar un comentario