martes, 11 de agosto de 2015

MONUMENTO AL FUNCIONARIO COIMERO


            En Buenos Aires hay decenas, cientos de monumentos que representan a personas, personajes o acontecimientos importantes de la historia del país. Todas-o casi todos-las personas que han llegado a resaltar un poco en cualquiera que fuera su campo de trabajo-sobre todos los políticos-, quieren que se les recuerde en la capital. Todos quieren una estrella en la avenida Corrientes, un busto en alguno de los parques o plazas de la ciudad, o un cuadro con su imagen en el museo de Historia Nacional. Pero también Buenos Aires guarda un sitio para representar a otros individuos, los que no han pasado a la historia por sus honorables actos. Éstos, evidentemente nunca hubiesen querido aparecer representados para la posteridad por sus acciones, pero están ahí.

            Evidente no todos los que han tenido una actuación cercana a la ilegalidad han quedado retratados-no habría sitio en toda la ciudad, ni en todo el país-, pero algún colectivo sí que recibió su tirón de orejas correspondiente en forma de escultura, que denuncia sus malas prácticas a las generaciones venideras.

            La pieza a la que me refiero, se encuentra en uno de los laterales del que posiblemente sea el edifico más observado de toda la ciudad de Buenos Aires, más si cabe, después de que hace unos años lo decoraran con los enormes murales de Evita Perón. El antiguo Ministerio de Obras Públicas, hoy Ministerio de Salud y Desarrollo Social. El edifico ya desde el comienzo de su construcción trajo problemas por su situación geográfica, pues se encontraba en mitad de la que iba a ser la nueva y majestuosa avenida 9 de Julio. Esto hacía, que la futura calle más ancha del mundo se estrechara en ese punto. Evidente comenzaron las discusiones entre los responsables del urbanismo de la ciudad; hubo voces que pedían su destrucción antes de ser terminado. Su ideólogo, Alberto Belgrano Blanco, fue partidario de crear una torre similar al lado contrario, usándolas como puerta monumental de entrada a la ciudad desde esa zona. Algunos lo trataron de loco por plantear esa opción, mientras presentaban  ideas más acordes con su sentido común, tales como derribar el piso bajo de la construcción para dar diafanidad a la zona-dejando los pilares, claro-, o los que creían que el edificio debía moverse una cuadra mediante rodillos.

            Más allá de ideas disparatadas, el edifico con mucho trabajo se inauguró definitivamente en 1937 bajo la dirección del arquitecto José Hortal, diez años antes de que la nueva avenida de 9 de Julio llegara a su altura. Por entonces, el tema que estaba en boca de todos ya no era si el edifico estorbaba o no, sino que las miradas y las malas lenguas comenzaron a fijarse en las dos esculturas situadas a ambos lados de la fachada principal.
 
              Las esculturas no formaban parte del proyecto inicial, de hecho son las únicas que aparecen en todo el edificio. Parece ser que se ordenaron crear a medida que avanzaba la obra, pues el arquitecto José Hortal se hartó de las numerosas coimas y sobornos que tuvo que pagar a los funcionaros del estado, que le amenazaban con no firmar los permisos necesarios o para las obras, por otro lado lentas de por sí. Hortal decidió vengarse de ellos por su cuenta y de esta curiosa manera.
            Se cree que las obras escultóricas fueron encargadas directamente por José Hortal al escultor Troiano Troiani, algo de lo que no hay pruebas más allá del boca a boca, pues al igual que no existen las esculturas en los planos originales, tampoco existe el contrato de encargo de las mismas.
            Lo cierto es que las esculturas están ahí. Se realizaron en el estilo art decó y su posición y actitud no dejan demasiado espacio para las dudas. Representan a un hombre que soporta un cofre con dinero en uno de sus brazos, mientras que el otro aparece pegado al cuerpo, volviendo la mano hacía  atrás con la palma hacía arriba, mientras muestra una mirada perdida o despistada. Solo les faltó poner sonido, y que sonara un silbido cada vez que se acercar un funcionario. Evidentemente no hay nada confirmado del porqué de estas misteriosas esculturas, pero sabiendo la historia y viendo el resultado, podemos hacernos una idea muy acertada del cómo y del porqué.
 
 

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