jueves, 13 de agosto de 2015

CANTO AL TRABAJO

 


             Si estuviésemos hablando de París o de Londres seguramente estaría colocada en mitad de un jardín perfecto, rodeado de bancos idílicos, con el césped cortado a una altura correcta y vigilada por cámaras de vigilancia o en persona, para que todo el que se acercara a ella lo hiciera con respeto. No es difícil imaginarlo, menos aun viendo el estilo que muestra la escultura, y que puede recordarnos-salvando la distancia- a la forma de tratar los movimientos y las amplias composiciones de Auguste Rodin. No puedo esconder que cada vez que camino por el paseo Colón, a la altura del monumental edifico de la facultad de ingeniería, y me fijo en ella, me vienen a la memoria las distintas composiciones escultóricas realizadas por el francés, en las que representa a Los Burgueses de Calais. Me veo de nuevo paseando bajo el leve sol del verano parisino, moviéndome por los jardines de la casa de Rodin, y observando con cercanía y tranquilidad la escultura, o en Londres, en la parte trasera del Parlamento Británico, a las orillas del Támesis, caminando bajo la llovizna fina por la explanada ajardina de color verde intenso que se abre entre la abadía y el palacio de Westminster.

            Pero por desgracia el conjunto escultórico denominado Canto al Trabajo, no se encuentra en un lugar idílico de la ciudad de Buenos Aires, sino en una isleta, a la que denominan plaza coronel Manuel de Olazábal, que se encuentra en mitad de la atestada y sobreexplotada avenida Colón, bajo unos árboles que la ocultan a la vista de la gente que viene desde la zona de la Casa Rosada o desde parque Lezama. Un lugar al que es imposible acceder, si no es corriendo por la calzada en un momento en el que no vengan automóviles, los que por cierto pasan por la zona  a una velocidad poco lógica en el centro de una ciudad. Además está totalmente intervenida, con pintadas en la base pétrea y con el jardín sobre el que se coloca totalmente seco.

            El grupo escultórico fue realizado en 1927 por el escultor argentino Rogelio de Yrurtia, y en su día se decidió colocar en mitad de la plaza Dorrego, corazón del barrio de San Telmo. Seguramente vieron que a la plaza le quedaba la escultura que por aquel entonces se llamaba Victoria del Trabajo, como a un cristo dos pistolas, y decidieron cambiarla de lugar diez años después. Eligieron para que pudiera lucir en todo su esplendor el lugar donde actualmente se encuentra. Pero el lugar tampoco ha respondido a las expectativas buscadas. El grupo que supuestamente se divide en dos grupos, representa en un primer lugar a unos trabajadores tirando de una enorme piedra, para en la parte delantera rematar la escultura con otro grupo de personas, que parece un familia celebrando el triunfo del trabajo en conjunto.

            Los porteños denominan con sorna al grupo como Canto al Trabajo Argentino. Cuando les preguntas el porqué del nuevo bautizo, se ponen serios, y contestan que la escultura representa al trabajo de la Argentina; tres personas trabajando duro, mientras que el resto ponen posturas de esfuerzo pero no tiran de la piedra.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario