miércoles, 17 de junio de 2015

AYER Y HOY


           La imagen está tomada desde uno de los viejos ventanales del museo de la inmigración, abierto en el Hotel de los Inmigrantes. Un enorme edifico situado a medio camino entre Retiro y Puerto Madero, en la inhóspita y sucia avenida de la Antártida Argentina. El lugar tiene una marca histórica, una impronta en cada una de sus salas y de sus paredes que pocos lugares en la ciudad conservan. El edificio es enorme, la arquitectura no es una maravilla decorativa, pero impresiona sobre todo por los recuerdos, por las vidas que pasaron entre sus paredes, y que parece aún resguardan su espíritu entre las salas amplias de techos altos. Al lugar llegaban todos los inmigrantes que entraban en el país, y allí permanecerían durante un tiempo, mientras solicitaban los papeles para poder instalarse después en alguna pensión o conventillo de los barrios humildes de la ciudad.

            Hoy una zona es un museo como ya he dicho, pero hay partes que se mantienen restauradas sin uso particular, en ellas se puede observar el verdadero edificio, con sus características antiguas que nos traslada a aquellos primeros años del siglo XX. La sala en la que me encontraba antes de realizar la foto está totalmente alicatada hasta el techo con azulejos blancos, en el centro de la estancia una enorme mesa con un par de bancos corridos hacían la vez de mesa comunal, donde los recién llegados compartían comida e historias de vida. En el extremo contrario, cruzando el largo pasillo que recorre todo el edifico, hay unas grandes pilas fregaderas, o bachas como las llaman aquí, donde los habitantes del hotel ─el nombre no acompaña a lo que era en realidad, barracas donde vivían casi hacinados─, lavaban la ropa y el resto de sus pertenencias. 
            Cuando lo visité, el verano austral aún hacía estragos y por ello las dos grandes ventanas de guillotina se encontraban abiertas. Me asomé por una de ellas para poder observar el jardín que se encuentra ante el edifico, separando el viejo museo de las oficinas del ministerio de migración actual ─donde he tenido que pasar varias horas─. Allí los vi, son los nuevos rascacielos de la zona de Retiro, entre la calle San Martín y la avenida N. Alem. La modernidad, la ciudad del hoy frente a la ciudad de ayer. Los inmigrantes que venían con lo justo para sobrevivir ─los más afortunados con una maleta de cartón lleva con un par de mudas─, frente a la ciudad de los empresarios, de las oficinas de lujo y de los coches de alta gama. Una enorme brecha histórica entre el ayer y el hoy, que desde la ventana donde me encontraba solo se veía separado por un frondoso jardín.

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