lunes, 20 de abril de 2015

RICOS, NUEVOS TRABAJOS Y VIDA DE PERROS


            La imagen habla por sí sola, o eso creo, ustedes dirán. No es que éstos jóvenes vivan en macro mansiones del centro de la ciudad, y por ello se dediquen a coleccionar mascotas. Tampoco son activistas de movimientos animalistas, de los que usan sus tardes de asueto para sacar a los animales de sus cárceles perreriles, llevándolos a pasear por los principales parques de la urbe, e intentando reinsertándolos en la sociedad que los ha postergado al ascetismo de jaula comunal y cereales multivitamínicos de marca blanca. La trena de los chuchos, donde pagan ellos las consecuencias de la inconsciencia, y la estupidez, estoica de los que un día fueron sus dueños.

            Son simplemente víctimas ─ambos, paseador y paseado─, de la nueva estupidez del ser humano. Otra más. Aunque en ocasiones pienso que hablar de humanidad y estupidez es redundante, pues como comprenderán este nuevo empleo posmoderno es fruto de la necedad más hiriente, porque en esta ocasiona afecta a un tercero. El perro. 

            Me explico. Estos jóvenes que, en la foto, cruzan sobre el paso de la avenida del Libertador para situarse en la vereda de la Biblioteca Nacional de la República Argentina, son trabajadores. Su empleo consiste en pasear los perros de los vecinos de los barrios altos de la ciudad, normalmente los de La Recoleta, Belgrano y Palermo. Van recogiendo las mascotas por varias casas del barrio en cuestión, y de esa guisa, como si llevaran una manada de lobos amaestrados de diferentes tamaños y colores, recorren las avenidas y parques principales de la parte norte de la ciudad.
            Vaya por delante que me parece fantástico que los chicos se busquen la vida paseando los perros del prójimo. Lo que ya no me gusta tanto, y me gustaría señalar, es la actitud de los dueños de los animales para con sus mascotas. Para qué quieren ─me preguntó mientras les observo perderse en la lejanía─ un perro. ¿Será para que les reciba alguien con verdadero cariño cuando llegan a casa? Tal vez sea para tener un verdadero amigo que le escuche y nunca le falle. Supongo que hay vidas en que el único que hace esa labor de amistad es el perro. Si no es así, no me lo explico, no comprendo que lleva a una persona a ser tan egoísta de comprar un perro ─porque claro, estos son todos de pedigrí, y de “marca”. No son de los recogidos de las calles, o de las perreras donde viven los últimos minutos de su vida, esperando que un alma caritativa los salve de la inyección letal en la prórroga de su existencia─, y después olvidarse de sus necesidades más primarias y necesarias. 

            Ni siquiera se preocupan de pasearlo, se lo engalgan a otros a cambio de un puñado de pesos que a él ─o a ella─ no le suponen nada dentro de su sueldo galáctico. Nunca he podido entender por qué personas que no tienen tiempo libre en su vida, o que no quieren buscarlo, se empeñan en tener un animal a su cargo. Un animal que pasa la mayor parte de su existencia solo, sin jugar con nadie, sin recibir las caricias que necesitan, y sin que sus dueños los saquen a pasear ni una sola vez en su vida. 
            sin embargo, conociendo a estos animales, estoy seguro que a pesar de todo, del olvido, de la desidia, de la ineptitud, del olvido consciente, cada vez que su dueño abra la puerta de su casa éste lo recibirá como si entrara por la puerta un dios canino. Haciéndole una fiesta entre caricias, ladridos y revolotear de rabo. Mientras, su dueño se limitará a darle una leve caricia y ponerse a sus cosas, y él, aún agradecido vuelve a su esquina, esperando que al día siguiente vuelva su paseador para recibir algo de atención.

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