Si, Buenos Aires es sin
duda la ciudad del oxímoron, pero hay una parte dentro de ella que lo
representa en todo su esplendor. Lo notas en cuanto cruzas una frontera natural que surge hacía la altura del antiguo parque de Lezama, germen de la ciudad, mientras te
internas hacía la avenida almirante Brown. Un punto de no retorno donde todo comienza a volverse azul y
amarillo.
Va más allá de la zona de Caminito, y sus
alrededores. Convertido ya en una especie de reserva turística en el corazón
del barrio arrabalero, boquense, y sin duda uno de los más porteños de la
ciudad. Pues fue allí, en uno de los primeros lugares con verdadera alma de ciudad
y mito donde comenzó a levantarse, a construirse, el Gran Buenos Aires que hoy
conocemos. Un poco más allá de donde hoy se levantan los edificios coloridos,
llenos de souvenires y de parrillas, se enfrentan a la vida las primeras
villas, las primeras chabolas mal ensambladas, las primeras favelas a lo
argentino. Villas que se expandirán hacía el este durante más de setenta quilómetros.
Casi hasta la puerta de la ciudad de La Plata. Esa Boca real que nadie
fotografía, ni narra con entusiasmo a la vuelta de sus viajes. Pero que aunque
ignorada por la mayoría está ahí, y que es demasiado peligroso visitar sin
aceptarlo, sin querer vislumbrar su necesidad y preeminencia. Por ello el
turista de cámara y souvenir acaba dándoles la espalda para fijar su vista, su
objetivo fotográfico, sobre el tango y el folklore. Dándole la espalda a ellos que
son sus verdaderos habitantes.
Corría el año 1882 cuando en el corazón de La Boca
estalló un conflicto laboral que desembocó en una prolongada huelga obrera. Los
habitantes de La Boca pedían más derechos sociales y políticos. Las
negociaciones con el gobierno de la ciudad se enquistaron. Fue entonces cuando
un grupo de habitantes del barrio boquense, en su mayoría de origen genovés, se
sublevaron. Declararon el barrio independiente, no solo de la ciudad de Buenos
Aires, sino de toda Argentina. Según ellos, se inspirarían en la idiosincrasia
de la República de San Marino, que ellos, como italiano conocían tan bien.
Izaron incluso su propia bandera. Una bandera Argentina
normal, la albiceleste, sobre la que podía verse una cruz blanca, perteneciente
al escudo de armas de la casa de Saboya, coronada por un gorro frigio. Es curiosa la mezcla, pues a
la bandera del país, le añaden las armas de la monarquía italiana, pero lo
rematan todo con el tocado republicano por excelencia. El gorro que porta
siempre la Marianne en todas las
alegorías de la república. De nuevo el oxímoron se presenta en la ciudad. En el
barrio más proclive a ello.
Incluso
la leyenda local narra que los republicanos de La Boca se pusieron en contacto
con Humberto I de Saboya, a la sazón rey de Italia en aquella época. Aunque si bien es cierto que de esto
último no hay constancia documental, ni en los diarios, ni en los archivos de
la policía. Lo que indica que aunque la República Independiente de La Boca
existió, no llegó a sostener tanta fuerza como la leyenda le ha dado. De hecho,
su independencia duró exactamente veinticuatro horas. Las mismas que tardó el presidente de
la nación, Julio Argentino Roca, en personarse en el barrio independentista con
su escolta militar, y abortar lo que él y su gobierno consideraba una locura.
Bandera de la República Independiente de La Boca
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Pero el germen quedó allí y, aunque ya nunca más se
volvieron a ver tendencias independentistas en La Boca, el regusto quedó para
siempre impreso, impregnando el carácter del barrio de su realidad paralela, de
la convicción de ser una zona más allá de Buenos Aires. Una zona con un temperamento
diferente. Algo que sigue atrayendo a millones de personas al año, que sirve de
chanza y divertimento para sus verdaderos habitantes pues a día de hoy la Boca
ya vive su Tercera República Independiente. Entre 1904 y 1906 nació la primera,
que en realidad debería de ser la segunda. Conocida como los contreras de Quintana, en la que los habitantes se unían para
realizar protestas y conciertos, contra del presidente Quintana, al que
apodaron el Quiquiriquí. Éste fue el
político que más reprimió a los obreros del barrio. Ya en 1923 el pintor de La
Boca, Benito Quinquela Martín, retomó esta tradición y fundó la Segunda República
Independiente. Esta vez fue una república cultural donde se unieron al pintor
otros boquenses ilustres como: Juan de Dios Filiberto, Bartolomé Gustavino,
Bartolomé Botto… y muchos más, que eligieron como dictador vitalicio de La Boca
a José Víctor Molina, y festejaron por las calles grandes fiestas y desfiles
donde se investían entre ellos con títulos nobiliarios y cargos consulares en
los barrios de la ciudad. Todo de forma rimbombante y con trajes pintorescos.
La Tercera República Independiente de La Boca se fundó en 1986 en la sede del
periódico del barrio; Versiones de la
Boca. Esta forma de gobierno nace con la intención de conservar la historia
y el folklore de La Boca, y con la idea o intención de construir el Museo
Histórico del barrio. Ese día se repartieron medallas conmemorativas a personas
que representan al barrio o que lo defienden y lo dan a conocer por el mundo.
Sean argentinos o no. Al mismo tiempo, la orquesta típica boquense entonaba el
himno oficial y oficioso del barrio; Caminito.
El tango de Juan Dios de Filiberto y Gabino Coria Peñaloza.
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