viernes, 27 de febrero de 2015

PARA LEER EN FORMA INTERROGATIVA

Julio Cortázar



           A veces me planteo si el día a día, si la nueva vida caótica, de prisas, carreras y necesidad del aquí y ahora nos cercena los sentidos. Si nos coarta la necesidad de ser. Si el pensar solo en la necesidad de ganar dinero para pagar el departamento o la pieza, las facturas, o pagar las vacaciones de verano. Vacaciones en playas abarrotadas de gente como nosotros, que se estresan durante todo el año en la misma ciudad, con la misma gente que ahora se estresa en la misma playa. Porque no hay arena para extender la toalla, o porque el chiringuito está abarrotado de la misma gente, que abarrota a diario el restaurante a la puerta del trabajo.

            A veces pienso que la velocidad con la que vivimos no nos deja vivir. Nos hace obviar por simples las verdaderas e importantes cosas que se nos cruzan, que se nos presenta en la vida. Que detrás de los atascos, de los cláxones salvajes, de las carreras para coger el metro o el autobús hay necesidades más básicas que ignoramos. Tal vez con razón, tal vez con ignorancia, de que eso es lo que al final de nuestras vidas nos ayudará a salvar las naves. A mandar a Caronte a tomar por donde se rompen los calderos. O a lo contrario, a ser nosotros mismos los que vayamos de su mano, con una antorcha en la otra, y prendamos fuego a los diminutos paquebotes que han de salvarnos de la desidia, del olvido y del ostracismo.
            No he podido dejar de pensar en ello después de pasar en hora punta por el barrio de las oficinas de la ciudad, de los edificios modernos de cristal y ventanas enormes por las que nadie mira. Donde gente trajeada y sudorosa, corre, siempre corre, entre coches y quioscos de prensa en busca de algo que tal vez ni siquiera ellos sepan lo que es. Malhumorados y sin hacer caso a la ciudad, a las personas, a las vidas que se mueven a su alrededor. Como si para llevar a buen término su trabajo, su misión, sea necesario gritar y mirar mal al que pasa a su lado. Como si fuera necesario estresarse, vivir ajetreado para ganar dinero, cada vez más dinero, para poder comprar y pagar  más cosas. Como si no se dieran cuenta de que esas cosas que mueren por tener: el mejor coche, la casa más grande, las vacaciones más exclusivas, no las pagan con dinero, sino que las pagan con su vida. Porque cuanto más dinero necesitan ganar más horas de su vida necesitan ocupar en sus trabajos. Los cuales les obligan a correr malhumorados, a gritar a sus semejantes, a mirar mal a los que nos cruzamos en sus importantes pero vacíos caminos.
            en ese preciso momento, en ese instante, vino a mi cabeza como un salvavidas en forma de poema una obra de Julio Cortázar que a su manera dice lo mismo, y que seguramente esos que huyen de sí mismos en busca de dinero, nunca podrán comprender.

Para leer en forma interrogativa.

Has visto,
verdaderamente has visto
la nieve, los astros, los pasos afelpados de la brisa...
Has tocado,
de verdad has tocado
el plato, el pan, la cara de esa mujer que tanto amás...
Has vivido
como un golpe en la frente,
el instante, el jadeo, la caída, la fuga...
Has sabido
con cada poro de la piel, sabido
que tus ojos, tus manos, tu sexo, tu blando corazón,
había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.
Julio Cortázar.



No hay comentarios:

Publicar un comentario